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Artículo de opinión: Innovar más allá de la tecnología

Franc Ponti, Profesor de innovación en EADA Business School: "Como argumentan en el prestigioso MIT de Boston, la innovación no empieza con la tecnología, sino con una necesidad. Así pues, la labor de las empresas que aspiran a ser innovadoras se parece más a la de un antropólogo que a la de un ingeniero. Después de hallar la necesidad, habremos de prestar atención a cómo resolverla. Sólo ahí empezará a tener un papel relevante la tecnología."

La mención de la palabra innovación, en casi cualquier foro, va acompañada de otra: tecnología. Tanto se repite esta asociación que, inevitablemente, lleva a conectar ambos conceptos y a unificarlos. La yuxtaposición reiterada origina una verdad que no es real y que se convierte en posverdad. ¿Acaso no hay innovación más allá de la tecnología?

La hay, y en grandes dosis. Pero me temo que la desinformación existente en este campo ha generado un panorama desolador. Muchos ciudadanos establecen una relación unívoca entre innovación y tecnología y, a partir de ahí, entienden que para practicar la innovación hay que estar indefectiblemente tocado por los ángeles del conocimiento tecnológico.

Como argumentan en el prestigioso MIT de Boston, la innovación no empieza con la tecnología, sino con una necesidad. Así pues, la labor de las empresas que aspiran a ser innovadoras se parece más a la de un antropólogo que a la de un ingeniero. Después de hallar la necesidad, habremos de prestar atención a cómo resolverla. Sólo ahí empezará a tener un papel relevante la tecnología.

Veamos algunos ejemplos. Hace algunas décadas, Nestlé detectó la necesidad de poder hacer un buen café espresso. Sólo después de haber comprendido en profundidad la esencia del problema y de haberla convertido en una oportunidad potencial de negocio empezó a tener relevancia la solución tecnológica, que, como sabemos, tardó mucho tiempo en llegar. La propuesta creativa final de Nestlé, Nespresso, ha llegado a desplazar a las cafeteras en muchos hogares. Se trata, por tanto, de una disrupción. La innovación de Nespresso no es tecnológica, sino de canal.

La empresa española Zara (Inditex) utiliza un sistema de producción altamente eficiente que integra diseño, producción, logística y distribución, que facilita los tiempos de respuesta cortos y permite a los directores de almacén reducir losstocks al mínimo. De esta manera, los diseñadores resuelven problemas de producción y se adaptan a las veloces tendencias del mercado. Las demandas de los clientes se transforman rápidamente en órdenes de producción. Como en tantas otras empresas, Amazon entre ellas, la innovación reside en el proceso, no en la tecnología.

Hay cientos de casos más: la originalidad de Ikea y sus tiendas o el exitoso empeño de los hermanos Roca para unificar emociones y comida. Primero, la necesidad. Luego, la tecnología. Y todo ello bien empaquetado en una propuesta creativa que logre atraer a los clientes sin trampas ni trucos.

Una sociedad abierta y competitiva necesita del ingenio de todos los ciudadanos. Innovar es una disciplina transversal que está al alcance de todo el mundo. Se necesita pensar diferente, disciplina, pasión por los equipos y las ideas compartidas y, como siempre, algo de suerte. What else?

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Franc Ponti (La Vanguardia)

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La mención de la palabra innovación, en casi cualquier foro, va acompañada de otra: tecnología. Tanto se repite esta asociación que, inevitablemente, lleva a conectar ambos conceptos y a unificarlos. La yuxtaposición reiterada origina una verdad que no es real y que se convierte en posverdad. ¿Acaso no hay innovación más allá de la tecnología?

La hay, y en grandes dosis. Pero me temo que la desinformación existente en este campo ha generado un panorama desolador. Muchos ciudadanos establecen una relación unívoca entre innovación y tecnología y, a partir de ahí, entienden que para practicar la innovación hay que estar indefectiblemente tocado por los ángeles del conocimiento tecnológico.

Como argumentan en el prestigioso MIT de Boston, la innovación no empieza con la tecnología, sino con una necesidad. Así pues, la labor de las empresas que aspiran a ser innovadoras se parece más a la de un antropólogo que a la de un ingeniero. Después de hallar la necesidad, habremos de prestar atención a cómo resolverla. Sólo ahí empezará a tener un papel relevante la tecnología.

Veamos algunos ejemplos. Hace algunas décadas, Nestlé detectó la necesidad de poder hacer un buen café espresso. Sólo después de haber comprendido en profundidad la esencia del problema y de haberla convertido en una oportunidad potencial de negocio empezó a tener relevancia la solución tecnológica, que, como sabemos, tardó mucho tiempo en llegar. La propuesta creativa final de Nestlé, Nespresso, ha llegado a desplazar a las cafeteras en muchos hogares. Se trata, por tanto, de una disrupción. La innovación de Nespresso no es tecnológica, sino de canal.

La empresa española Zara (Inditex) utiliza un sistema de producción altamente eficiente que integra diseño, producción, logística y distribución, que facilita los tiempos de respuesta cortos y permite a los directores de almacén reducir losstocks al mínimo. De esta manera, los diseñadores resuelven problemas de producción y se adaptan a las veloces tendencias del mercado. Las demandas de los clientes se transforman rápidamente en órdenes de producción. Como en tantas otras empresas, Amazon entre ellas, la innovación reside en el proceso, no en la tecnología.

Hay cientos de casos más: la originalidad de Ikea y sus tiendas o el exitoso empeño de los hermanos Roca para unificar emociones y comida. Primero, la necesidad. Luego, la tecnología. Y todo ello bien empaquetado en una propuesta creativa que logre atraer a los clientes sin trampas ni trucos.

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