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How rumour and gossip oil the wheels of office life [Cómo los rumores y el cotilleo engrasan la rueda de la vida de oficina]

Los chismes y rumores forman parte del tejido de la vida laboral: entretienen, informan y conectan a la gente, pero también pueden arruinar reputaciones, destruir la confianza, crear malas actitudes e incluso reducir la productividad. Según Financial Times, lo que distingue a las consecuencias útiles de las perjudiciales del cotilleo es la intención que hay detrás de lo que se dice, cómo se percibe la información y se actúa ante ella y la cantidad de tiempo permitido para que se difunda y amplifique.

Además de proporcionar redes de comunicación informales, los chismes y rumores actúan como espacios psicológicos para las injusticias y desequilibrios de poder percibidos, o para emociones como los celos, el resentimiento, el aburrimiento o incluso el odio. Cuando uno no puede hacer frente a un tema o a una persona directamente, las charlas con los compañeros se convierten en un modo de descargar frustraciones.

Las ansiedades de la gente aumentan en tiempos de cambio e incertidumbre, como cuando una organización se reestructura, cuando cambia de líder o cuando lleva a cabo una fusión o adquisición. Este tipo de situaciones llevan a las personas a preocuparse por cómo se verán afectadas. ¿Quién será ascendido o degradado, qué puesto de trabajo desaparecerá o cambiará, y cuánto se le pagará a alguien?

En ausencia de información adecuada por parte de la dirección la gente crea de modo natural historias para llenar el vacío. Cuanto más tardan los ejecutivos en tomar decisiones, más ansiosa se vuelve la gente y más rumores llenan el vacío y dan sentido a la incertidumbre.

Nicholas DiFonzo, Profesor de Psicología en el Rochester Institute of Technology y coautor de Rumor Psychology (“Psicología del rumor”), dice: “El denominador común parece ser el miedo, tenemos miedo de lo que esa persona de la organización nos hará; tenemos miedo de cómo el Departamento de Ingeniería conseguirá más dinero y cómo nosotros, los de Marketing, recibiremos menos; tenemos miedo de lo que está haciendo la competencia, y en consecuencia, difundimos rumores sobre ello.

Difundir rumores negativos puede hacernos sentir mejor a corto plazo, pero significa que somos menos propensos a asumir la responsabilidad tanto de nuestra situación como de obtener la información de quien esté facultado para ofrecerla.

Sin embargo, el Profesor DiFonzo cree que las organizaciones no podrían sobrevivir sin información informal difundida por el boca a oreja. “Hay una gran cantidad de información que no está en el manual de procedimientos y nadie va a dejarla por escrito,” apunta.

“Es el tipo de información que tienes que escuchar vía Radio Macuto: cuáles son las normas de la empresa, a quién te deberías acercar y a quién no, cuánto cobra alguien… el tipo de información que suele ser secreta.”

Los estudios han demostrado que aunque los rumores reducen la confianza en la dirección y perjudican las actitudes de la plantilla, no afectan necesariamente a la productividad.

El Profesor DiFonzo explica: “Si oigo rumores acerca de que mi empresa va a hacer recortes y la dirección no habla conmigo, se creará mucha incertidumbre. Me puedo sentir peor con la dirección, confiaré menos en ellos, pero quizá trabajaré más duro, por lo que si hay una reducción de plantilla me mantendrán.”

Sin embargo, un alto ejecutivo de una gran empresa tecnológica británica se encontró con que los rumores descontrolados afectaban a las ventas cuando se difundían historias despectivas sobre un producto y como consecuencia el personal era reacio a venderlo. “Cuando se propagan rumores a través del equipo de Ventas de que un producto no funciona o es difícil de implementar, puede haber algo de verdad en ello.  Pero a menudo el rumor es exagerado y significa que nadie quiere tratar con el mismo… y por lo tanto las ventas disminuyen.”

Aunque el rumor a veces contiene algo de verdad, la interpretación de la gente sobre los acontecimientos tiende a evitar la complejidad y la responsabilidad personal, y a menudo se dirige hacia un individuo, un departamento o hacia un competidor externo.

Mannie Sher, Director del programa de relaciones de grupo del Tavistock Institute y asesor de empresas y organizaciones, opina que el rumor a menudo es un fenómeno sistémico amplio que se focaliza en un individuo.

Explica: “Los rumores son acerca de ‘un individuo que ha actuado mal’ porque individualizar un problema sistémico es más sencillo que decirlo a una organización, ‘tenemos un problema que debemos resolver como equipo.’ A menudo la ruta tomada es identificar a un individuo que quizás haya actuado mal, y el grupo lo usa para proyectar la incompetencia general. Podemos decir que el CEO es un controlador y es por su culpa que estamos en este lío.”

Los cotilleos, a diferencia de los rumores, son a menudo sobre interacciones sociales y vínculos y pueden ser entretenidos, irresistibles e incluso ingeniosos. Como son tan placenteros, la gente tiende a no tener en cuenta el daño que causan. Aunque se dan cotilleos positivos, la mayoría de gente disfruta más con los chismes negativos ya que nos hacen sentir mejor con nosotros mismos y nos apaciguan, pues no somos el sujeto de los mismos.

Hay muchas razones para los chismes maliciosos. Proyectar nuestra propia sensación de ineptitud en los demás, desmereciéndoles, nos libra de nuestros sentimientos negativos y nos hace sentir superiores. Los cotilleos nos permiten contraatacar la injusticia percibida, exteriorizar sentimientos pasivo-agresivos y de envidia y compensar los desequilibrios de poder. La gente recurre a los chismes cuando cree que no puede enfrentarse a un problema directamente.

De ello se puede obtener una distinción. Los cotilleos de oficina ganan influencia a medida que él o ella recoge información valiosa y al mismo tiempo va creando una gran cantidad de contactos. Los grupos “in” (dentro) y “out” (fuera) se forman entonces alrededor de los que están “informados” y de aquellos que no lo están.

Una mujer que acudió a mí para una psicoterapia me contó como una compañera que también era amiga suya le negó estar teniendo un romance con el jefe a pesar de la abrumadora evidencia de lo contrario. La traición que sintió se agravó con sentimientos de injusticia, impotencia y desconfianza por los privilegios de los que su compañera disfrutaba como consecuencia de la situación.

Como no podía enfrentarse directamente a ninguna de las partes, se unió a los chismes de la oficina para aclarar su confusión, pero sobre todo para dar una salida a sus sentimientos.

“Se me hizo un lio en la cabeza cuando ella me dijo que no estaba sucediendo y yo quería saber qué pruebas tenía la gente, que eran bastante convincentes,” señala. “Cuando hablamos del jefe, no es un mal comportamiento al que te puedas enfrentar.” Unirse a los chismes finalmente le hizo sentir peor cuando fue atacada verbalmente por difundir la noticia por parte de otro compañero que no la creía.

A pesar de todo, hay un elemento positivo en el cotilleo. Actúa como una válvula de escape para agravios, permitiendo sacar fuera los sentimientos reprimidos de modo que minimizan su daño potencial. Correr hacia un rincón tranquilo con un compañero para despotricar en voz baja es preferible a estallar con tu jefe.


* Shragai, Naomi. “How rumour and gossip oil the wheels of office life”. Financial Times, 06/07/2015 (Artículo consultado on line el 13/07/2015).

Acceso a la noticia: http://www.ft.com/intl/cms/s/0/d9424f8a-1e69-11e5-ab0f-6bb9974f25d0.html?siteedition=intl#axzz3fIntDizV

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Además de proporcionar redes de comunicación informales, los chismes y rumores actúan como espacios psicológicos para las injusticias y desequilibrios de poder percibidos, o para emociones como los celos, el resentimiento, el aburrimiento o incluso el odio. Cuando uno no puede hacer frente a un tema o a una persona directamente, las charlas con los compañeros se convierten en un modo de descargar frustraciones.

Las ansiedades de la gente aumentan en tiempos de cambio e incertidumbre, como cuando una organización se reestructura, cuando cambia de líder o cuando lleva a cabo una fusión o adquisición. Este tipo de situaciones llevan a las personas a preocuparse por cómo se verán afectadas. ¿Quién será ascendido o degradado, qué puesto de trabajo desaparecerá o cambiará, y cuánto se le pagará a alguien?

En ausencia de información adecuada por parte de la dirección la gente crea de modo natural historias para llenar el vacío. Cuanto más tardan los ejecutivos en tomar decisiones, más ansiosa se vuelve la gente y más rumores llenan el vacío y dan sentido a la incertidumbre.

Nicholas DiFonzo, Profesor de Psicología en el Rochester Institute of Technology y coautor de Rumor Psychology (“Psicología del rumor”), dice: “El denominador común parece ser el miedo, tenemos miedo de lo que esa persona de la organización nos hará; tenemos miedo de cómo el Departamento de Ingeniería conseguirá más dinero y cómo nosotros, los de Marketing, recibiremos menos; tenemos miedo de lo que está haciendo la competencia, y en consecuencia, difundimos rumores sobre ello.

Difundir rumores negativos puede hacernos sentir mejor a corto plazo, pero significa que somos menos propensos a asumir la responsabilidad tanto de nuestra situación como de obtener la información de quien esté facultado para ofrecerla.

Sin embargo, el Profesor DiFonzo cree que las organizaciones no podrían sobrevivir sin información informal difundida por el boca a oreja. “Hay una gran cantidad de información que no está en el manual de procedimientos y nadie va a dejarla por escrito,” apunta.

“Es el tipo de información que tienes que escuchar vía Radio Macuto: cuáles son las normas de la empresa, a quién te deberías acercar y a quién no, cuánto cobra alguien… el tipo de información que suele ser secreta.”

Los estudios han demostrado que aunque los rumores reducen la confianza en la dirección y perjudican las actitudes de la plantilla, no afectan necesariamente a la productividad.

El Profesor DiFonzo explica: “Si oigo rumores acerca de que mi empresa va a hacer recortes y la dirección no habla conmigo, se creará mucha incertidumbre. Me puedo sentir peor con la dirección, confiaré menos en ellos, pero quizá trabajaré más duro, por lo que si hay una reducción de plantilla me mantendrán.”

Sin embargo, un alto ejecutivo de una gran empresa tecnológica británica se encontró con que los rumores descontrolados afectaban a las ventas cuando se difundían historias despectivas sobre un producto y como consecuencia el personal era reacio a venderlo. “Cuando se propagan rumores a través del equipo de Ventas de que un producto no funciona o es difícil de implementar, puede haber algo de verdad en ello.  Pero a menudo el rumor es exagerado y significa que nadie quiere tratar con el mismo… y por lo tanto las ventas disminuyen.”

Aunque el rumor a veces contiene algo de verdad, la interpretación de la gente sobre los acontecimientos tiende a evitar la complejidad y la responsabilidad personal, y a menudo se dirige hacia un individuo, un departamento o hacia un competidor externo.

Mannie Sher, Director del programa de relaciones de grupo del Tavistock Institute y asesor de empresas y organizaciones, opina que el rumor a menudo es un fenómeno sistémico amplio que se focaliza en un individuo.

Explica: “Los rumores son acerca de ‘un individuo que ha actuado mal’ porque individualizar un problema sistémico es más sencillo que decirlo a una organización, ‘tenemos un problema que debemos resolver como equipo.’ A menudo la ruta tomada es identificar a un individuo que quizás haya actuado mal, y el grupo lo usa para proyectar la incompetencia general. Podemos decir que el CEO es un controlador y es por su culpa que estamos en este lío.”

Los cotilleos, a diferencia de los rumores, son a menudo sobre interacciones sociales y vínculos y pueden ser entretenidos, irresistibles e incluso ingeniosos. Como son tan placenteros, la gente tiende a no tener en cuenta el daño que causan. Aunque se dan cotilleos positivos, la mayoría de gente disfruta más con los chismes negativos ya que nos hacen sentir mejor con nosotros mismos y nos apaciguan, pues no somos el sujeto de los mismos.

Hay muchas razones para los chismes maliciosos. Proyectar nuestra propia sensación de ineptitud en los demás, desmereciéndoles, nos libra de nuestros sentimientos negativos y nos hace sentir superiores. Los cotilleos nos permiten contraatacar la injusticia percibida, exteriorizar sentimientos pasivo-agresivos y de envidia y compensar los desequilibrios de poder. La gente recurre a los chismes cuando cree que no puede enfrentarse a un problema directamente.

De ello se puede obtener una distinción. Los cotilleos de oficina ganan influencia a medida que él o ella recoge información valiosa y al mismo tiempo va creando una gran cantidad de contactos. Los grupos “in” (dentro) y “out” (fuera) se forman entonces alrededor de los que están “informados” y de aquellos que no lo están.

Una mujer que acudió a mí para una psicoterapia me contó como una compañera que también era amiga suya le negó estar teniendo un romance con el jefe a pesar de la abrumadora evidencia de lo contrario. La traición que sintió se agravó con sentimientos de injusticia, impotencia y desconfianza por los privilegios de los que su compañera disfrutaba como consecuencia de la situación.

Como no podía enfrentarse directamente a ninguna de las partes, se unió a los chismes de la oficina para aclarar su confusión, pero sobre todo para dar una salida a sus sentimientos.

“Se me hizo un lio en la cabeza cuando ella me dijo que no estaba sucediendo y yo quería saber qué pruebas tenía la gente, que eran bastante convincentes,” señala. “Cuando hablamos del jefe, no es un mal comportamiento al que te puedas enfrentar.” Unirse a los chismes finalmente le hizo sentir peor cuando fue atacada verbalmente por difundir la noticia por parte de otro compañero que no la creía.

A pesar de todo, hay un elemento positivo en el cotilleo. Actúa como una válvula de escape para agravios, permitiendo sacar fuera los sentimientos reprimidos de modo que minimizan su daño potencial. Correr hacia un rincón tranquilo con un compañero para despotricar en voz baja es preferible a estallar con tu jefe.


* Shragai, Naomi. “How rumour and gossip oil the wheels of office life”. Financial Times, 06/07/2015 (Artículo consultado on line el 13/07/2015).

Acceso a la noticia: http://www.ft.com/intl/cms/s/0/d9424f8a-1e69-11e5-ab0f-6bb9974f25d0.html?siteedition=intl#axzz3fIntDizV

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