Limitar la jornada laboral a cuatro días a la semana y trabajar 32 horas en vez de 40 es una de las soluciones que han tomado fuerza para introducir mejoras organizativas en las empresas. Esta medida suele asociarse a un incremento de la productividad, lo que puede ir en beneficio de los resultados empresariales, al tiempo que puede hacer que las personas trabajadoras estén más contentas, con una vida más saludable y una mejor conciliación.
La medida también puede tener beneficios medioambientales -en el consumo energético de la empresa y por la reducción de los desplazamientos, aspectos compartidos parcialmente con el teletrabajo-, contribuyendo a mitigar el cambio climático. Aún así, por ahora algunas experiencias de la jornada de cuatro días no han resultado del todo satisfactorias, en opinión de las personas expertas, pero representan pasos adelante dentro de un proceso de cambios que busca conseguir horarios más racionales.
Reducir los días y horas de trabajo es una antigua aspiración para acabar con las jornadas interminables que se instauraron en las fábricas con la Revolución Industrial. Con las reivindicaciones obreras de finales del siglo XIX y principios del XX, la jornada pasó de unas 60 horas semanales y seis días de trabajo a unas 40 horas en cinco días, rememora la Wikipedia.