En los últimos tiempos, hay una revitalización del interés por las técnicas de la elocuencia oral y escrita en un contexto organizativo, ya que estamos pasando de una cultura burocrática (basada en informes escritos) a una cultura oral y visual (basada en la capacidad de construir narrativas atractivas en las presentaciones).
El arte de la elocuencia oral y escrita ha sido importante históricamente en todas las áreas de actividad. En las antiguas Grecia y Roma la retórica comprendía tanto el arte de elaborar un discurso como su comunicación pública. Sus orígenes hay que situarlos en los tribunales y en las deliberaciones de las asambleas ciudadanas. En la Edad Media su cultivo formaba parte del currículo básico de toda persona instruida.
Con el declive de la educación humanista, sus principios y técnicas han ido desvirtuándose, aunque la importancia de saber articular un discurso y exponerlo en público no ha disminuido.
Una persona puede tener una buena competencia lingüística (capacidad de formar frases correctas y religarlas en un discurso), pero eso no garantiza que no tenga que trabajar las competencias discursivas (capacidad de elegir el discurso adecuado a una circunstancia concreta) y las competencias socioculturales (adoptar estrategias comunicativas que armonicen con el contexto sociocultural de la audiencia).