La existencia de trabajos sin mucho sentido y la incomodidad que representa tenerlos, perjudicando incluso a la salud física y mental, es el principal foco de David Graeber con un libro donde advierte que estos trabajos representan una verdadera “violencia psicológica”. Graeber asegura que el mundo podría seguir funcionando sin grandes estruendos si desaparecieran estos empleos, que no se mantienen por motivos económicos, sino por otros de orden moral y político. "Los miembros de la clase dominante han llegado a la conclusión de que una población feliz y productiva con tiempo libre en sus manos es un peligro mortal".
Haced memoria sobre una noticia del 2016: "Un funcionario español falta al trabajo durante seis años para estudiar a Spinoza". Tal y como dice este titular de prensa, un funcionario percibió durante años su sueldo sin trabajar y utilizó ese tiempo para convertirse en un experto del filósofo Baruch Spinoza. Aquella noticia causó un buen alboroto, pero la actitud de aquel trabajador tenía una justificación: tratar de sobrevivir en un ambiente laboral muy poco alentador. También resulta muy ilustrativa para adentrarse en el libro Trabajos de mierda (Ariel, 2018) de David Graeber (1961-2020), Doctor en antropología y Profesor del Goldsmiths College de Londres.
En el libro, Graeber recuerda como aquel funcionario explicó que, a pesar de que durante años se había esforzado por realizar correctamente su trabajo de control de una planta de tratamiento de aguas, la instalación acabó pasando a manos de unos dirigentes que le odiaban por sus ideas socialistas y que se negaban a asignarle responsabilidades. Se halló en una situación tan desmoralizadora que se vio obligado a buscar ayuda médica por una depresión. Por consejo de su terapeuta decidió que, en vez de pasarse todo el día sentado fingiendo que estaba ocupado, se presentaría al trabajo sólo si había algún problema y se quedaría en casa el resto del tiempo para hacer algo útil con su vida.
La existencia de trabajos sin mucho sentido y la incomodidad que representa tenerlos, perjudicando incluso a la salud física y mental, es el principal foco de Graeber con Trabajos de Mierda, donde advierte que estos trabajos representan una verdadera "violencia psicológica". El libro tiene como precedente un artículo que el antropólogo escribió en el 2013 para la revista Strike!, con el que ya argumentaba que la sociedad está llena de trabajos inútiles, pero que abordarlo era uno de los múltiples tabúes del ámbito laboral de los que nadie quiere hablar. Hasta entonces, porque con su artículo Graeber causó furor, suscitó que afloraran cientos de ejemplos que avalaban sus tesis y que él publicase el libro. Algunas encuestas publicadas tras el primer artículo incluso van más allá de lo que sospechaba el antropólogo, según él mismo, y concluyen que entre el 37% y el 40% de trabajadores de los países ricos sienten que sus trabajos son inútiles.
Estos trabajos de mierda no han dejado de ir al alza. Según Graeber, "a lo largo del pasado siglo, el número de trabajadores ocupados en el servicio doméstico, en la industria y en el sector agropecuario se redujo drásticamente, mientras que los profesionales, gestores, administrativos, vendedores y trabajadores en servicios en general se triplicaron, pasando de la cuarta parte a tres cuartas partes de la fuerza laboral". Asegura que el mundo podría seguir funcionando sin grandes estruendos si desaparecieran estos trabajos, que no se mantienen por motivos económicos, sino por otros de orden moral y político. "Los miembros de la clase dominante han llegado a la conclusión de que una población feliz y productiva con tiempo libre en sus manos es un peligro mortal", resalta, y se ha apuntalado la creencia de que el trabajo es un valor moral en sí mismo.
"Hay algo profundamente equivocado en lo que nos hemos convertido: somos una civilización basada en el trabajo, pero ni siquiera en el trabajo productivo, sino en el trabajo en sí mismo", defiende Graeber, hasta el punto de que "es como si hubiésemos dado nuestro consentimiento colectivo para nuestra propia esclavización". Un trabajo de mierda se erige así en "un trabajo tan carente de sentido, tan innecesario o pernicioso que ni siquiera el propio trabajador es capaz de justificar su existencia, aunque, como parte de las condiciones del trabajo, ese trabajador se siente obligado a fingir que no es así". Suele estar muy bien pagado, a diferencia de un trabajo basura, que el antropólogo recuerda que, "en general, implica tareas necesarias y que claramente benefician a la sociedad, pero los trabajadores que las realizan suelen estar maltratados y mal pagados".
Graeber ha identificado cinco grandes categorías de trabajos de mierda. Los que realizan los lacayos (trabajos que existen para hacer que otra persona parezca o se sienta importante, como sirvientes, aduladores y subalternos de todo tipo); los esbirros (trabajos que tienen rasgos agresivos y que otras personas contratan, como los ejércitos); los que ponen parches (trabajos para resolver defectos de funcionamiento o fallos que se producen en las empresas y que no deberían suceder, con la programación de ejemplo paradigmático); los marca-casillas (trabajadores que existen para permitir que una empresa diga que está haciendo algo que de hecho no hace y que nos puede recordar algún trabajo eminentemente burocrático), y los supervisores (tienen un trabajo de mierda si sus subordinados pudieran funcionar solos sin el supervisor o porque crean tareas de mierda para que las asuman los demás).
El antropólogo también aborda el rol que históricamente ha jugado el trabajo en la sociedad y en cómo a partir del siglo XX ha sido sinónimo de disciplina y sacrificio. Avisa que cada vez se tiende más a la "mierditización" de la sociedad, pero hay remedio para frenarlo: establecer una renta básica universal. En su opinión, permitiría una profunda transformación que conduciría a la desvinculación total entre el trabajo y un sostén mínimo para salir adelante, de manera que cada uno podría escoger después incrementar su riqueza mediante un trabajo remunerado o vendiendo algo. Graeber lo plantea como un grito en favor de la libertad y lo ve un objetivo razonable porque, como argumenta a lo largo del libro, la mayoría de gente prefiere no pasarse todo el día viendo la tele. Sostiene que quienes tienen una verdadera tendencia a ser parásitos son pocos y los adictos al trabajo lo compensarían sobradamente.
Jordi Bes Lozano
factorhuma.org
ISBN 978-84-34428-99-7
Libro en castellano.