Libros

Nuestro catálogo te permitirá identificar novedades editoriales y, mediante nuestro buscador, todos aquellos recursos bibliográficos que te puedan interesar sobre cualquier asunto de RH

Trabajo: una historia de cómo empleamos el tiempoEn este libro, el antropólogo James Suzman se plantea preguntas como: ¿estamos hechos para trabajar tanto? ¿nuestros antepasados también vivían para trabajar o trabajaban para vivir? Para responderlas hace un recorrido histórico desde los orígenes de la vida en la Tierra hasta el momento actual. Suzman demuestra que nuestros antepasados nunca situaron el trabajo en el centro de sus existencias y que no le dedicaban tanto tiempo.  

Viajar al pasado nos puede ser muy útil para repensar el presente. Más aún cuando se trata de un aspecto tan fundamental en nuestras vidas como es el trabajo, que puede convertirse en la actividad que nos mantiene ocupados más horas al día. El antropólogo James Suzman recurre a un enfoque multidisciplinario, con la antropología social a la cabeza, para revisar cómo se ha transformado la relación humana con el trabajo a lo largo de la historia y poner fin a algunos mitos con la voluntad de mejorarla. Lo hace en el libro Trabajo: Una historia de cómo empleamos el tiempo (Debate, 2021), mediante el que Suzman destierra la percepción que tenemos de las sociedades de cazadores-recolectores. Defiende que podían llevar una vida que en general era de abundancia y de ocio, y eso es lo que las permitió evolucionar. Se vale de ello para romper con otra idea muy arraigada en nuestros tiempos y argumenta que no estamos programados genéticamente para trabajar, al menos de la manera en la que solemos hacerlo.

Suzman, de origen sudafricano y establecido en Cambridge, arranca el libro con la preocupación creciente por los efectos que puede tener la automatización incesante del trabajo, en especial entre aquellos trabajadores poco o nada cualificados. Este hecho contrasta con el optimismo de muchos pensadores y visionarios que, ya desde los inicios de la Revolución Industrial, creyeron que la automatización haría realidad la utopía económica. Quien fue más efusivo en este sentido fue el economista más influyente del siglo XX, John Maynard Keynes, quien en 1930 predijo que, a principios del siglo XXI, el crecimiento del capital, la mejora de la productividad y los avances tecnológicos deberían habernos llevado a una "tierra prometida" económica en la que las necesidades básicas de todos se verían satisfechas fácilmente y donde, en consecuencia, nadie trabajaría más de 15 horas a la semana.

Hace décadas que se superaron los umbrales de crecimiento de la productividad y del capital que Keynes calculó que serían necesarios para conseguirlo, pero la mayoría seguimos trabajando tanto como los abuelos y bisabuelos, y los gobiernos siguen tan obsesionados con el crecimiento económico y la creación de trabajo como en cualquier otro momento de la historia reciente. Es más, los fondos de pensiones públicos y privados están sufriendo por las obligaciones comprometidas con una población cada vez más envejecida, y se espera que muchos trabajemos casi una década más que hace medio siglo, advierte Suzman. Por ello, aboga por reconocer que nuestra relación con el trabajo es mucho más compleja de lo que la mayoría de economistas tradicionales han hecho creer. Keynes pensaba que alcanzar la tierra prometida económica sería el hito más singular de nuestra especie, porque se habría conseguido solucionar el gran problema de la humanidad, denominado el "problema económico" y, a veces, el "problema de la escasez". Presupone que tenemos un apetito insaciable y, como no hay recursos suficientes para satisfacer los deseos de todos y todo escasea, esto es lo que nos impulsa a trabajar para empezar a poner fin a la brecha entre nuestros deseos aparentemente infinitos y los medios limitados.

A pesar de que a muchas personas que viven en el mundo industrializado esta suposición sobre la naturaleza humana les pueda parecer obvia y evidente, a muchas otras, como los bosquimanos ju/'hoansis del Kalahari, en África meridional, que en el siglo XX aún vivían como cazadores-recolectores, no les parece real, resalta Suzman, quien desde principios de la década de 1990 ha estado documentando su encuentro, a menudo traumático, con una economía global que se expande inexorablemente. Cuando Keynes describió por primera vez su utopía económica, la opinión dominante en la época era que en las sociedades primitivas la vida era una batalla constante contra el hambre. Ahora bien, hoy en día sabemos que los cazadores-recolectores como los ju/'hoansis normalmente estaban bien alimentados, vivían más que la gente de la mayoría de las sociedades agrícolas, raramente trabajaban más de 15 horas a la semana y dedicaban buena parte del tiempo a descansar y al ocio. También se sabe que podían hacerlo porque no almacenaban comida, no les preocupaba acumular riqueza o ganar estatus y trabajaban casi exclusivamente para satisfacer sus necesidades materiales a corto plazo.

Suzman relata que, desde que la gente se congregó en las ciudades, sus ambiciones han sido determinadas por un tipo de escasez diferente de la que conforman las ambiciones de los agricultores de subsistencia como los ju/ 'hoansis, una forma de escasez que se articula en el lenguaje de la aspiración, la envidia y el deseo, en vez del de la necesidad absoluta. Y, para la mayoría, esta clase de escasez relativa es el estímulo para trabajar muchas horas, ascender en la escala social y tener las mismas cosas que sus vecinos y amigos. Ahora bien, el antropólogo avisa que, sin un cambio fundamental en la manera en la que se organiza la economía, es probable que ese proceso que tanto preocupa, la automatización, exacerbe las desigualdades sociales.

Somos una especie reticente a los cambios profundos, incluso cuando es evidente que necesitamos hacerlos, considera el autor del libro, pero asevera que, cuando se nos obliga a cambiar, somos muy versátiles. Hoy día ve poco probable que la automatización sea el catalizador de cambios radicales; ve mucho más probable que lo sean el cambio climático, la ira causada por las desigualdades sistémicas o bien que una pandemia viral exponga la obsolescencia de las instituciones económicas y de nuestra cultura laboral. La clave para evolucionar en este nuevo contexto la aporta Suzman cuando le preguntan en algunas de sus últimas intervenciones públicas: trabajar menos (y consumir menos) no sólo será bueno para nuestras almas, sino también para garantizar la sostenibilidad de nuestro hábitat .


Jordi Bes Lozano
factorhuma.org

ISBN 978-84-17636-78-4
Libro en castellano

Suscríbete gratuitamente a nuestros boletines

Recibe noticias e ideas en Recursos Humanos.
Suscripción

Utilizamos cookies para ofrecer a nuestras visitas una mejor experiencia de navegación por nuestra web.
Si continúas navegando, consideramos que aceptas su utilización.