La crisis pone de relieve que los pilares de la gestión empresarial no están bien fundamentados. Faltan buenos canales de transmisión entre las fábricas de conocimiento y quienes llevan el peso del día a día en las organizaciones.

No sé si se habrá planteado alguna vez - o habrá sufrido-la disonancia existente entre el dicho y el hecho en la gestión de la empresa. Muy probablemente, sí. Observa la evolución del conocimiento y de los instrumentos de trabajo, algo tan incuestionable como imparable y ve como su velocidad es mucho mayor que la realidad en que se mueven muchas organizaciones. Ni que decir tiene que la crisis ha ralentizado más si cabe la evolución interna de la empresa, con lo que el gap se ha agrandado. Pero ¿por qué esta disonancia? Sencillamente, porque fallan los pilares básicos - fundamentalmente los valores-y también porque faltan buenos canales de transmisión entre las fábricas de conocimiento y quienes llevan el peso del día a día en las organizaciones. El arquetipo de ecosistema es el Silicon Valley, donde la cultura de la innovación - la clave-lo impregna todo, desde las universidades hasta los directivos y trabajadores de las empresas, aunque aquí estamos muy lejos...

Pero ¿cómo puede la innovación dar respuesta a los retos que nos plantea hoy la crisis? "No puede por sí sola, pero es imprescindible si queremos tener esperanzas de superarlos", dice César Molins, director general del grupo AMES. Y añade que "en un entorno de crisis y de competencia encarnizada se hace más patente su necesidad como herramienta de conquista o mantenimiento de mercado". "Y, además, para asegurar la viabilidad de las empresas", apunta Miquel Montes, director general adjunto del Banc Sabadell y presidente del Club Excelencia en Gestión (CEG) en Catalunya, quien afirma que "la innovación debe ser algo sistemático y continuo". "No basta con un departamento de I+ D, toda la compañía debe convertirse en innovadora", sostiene.

COSTES Y BENEFICIOS

"Asegurar el futuro y en estos momentos más que nunca", es el argumento que plantea Pedro Navarrete, vicepresidente sénior de Sony Europa, quien recurre a una frase de Peter Drucker: "Una empresa tiene dos funciones básicas, el marketing y la innovación. Son las que producen beneficios, las demás, costos", para describir su trascendencia. La ampliación de horizontes, el desbordamiento de un solo departamento, del ámbito de la empresa o incluso la tecnología, es el argumento de Xavier Ferràs, director del centro de innovación empresarial ACC1Ó. "La innovación se ha convertido ya en un fenómeno cultural muy complejo, que acaba incidiendo en los valores personales, como la responsabilidad, la iniciativa y la asunción de riesgos". Y sentencia que los países que triunfen en el futuro "serán culturalmente emprendedores e innovadores o quedarán definitivamente arrinconados en la historia".

DENOMINADOR COMÚN

Nadie duda, pues, de la importancia del fenómeno innovador como impulsor de la actividad, pero ¿cómo desarrollarlo en un momento tan complejo como el actual? Las argumentaciones de los expertos consultados son variopintas, pero tienen un denominador común: la implicación de toda la organización y para ello "es necesario crear un clima de transparencia y confianza que permita la participación; requiere que los empleados se sientan valorados y motivados de forma genuina porque toda la plantilla debe tener presente la necesidad del cambio; los empleados deben percibir que este cambio no procede sólo de los laboratorios de innovación, sino de cualquier parte de la empresa", apunta Montes, para quien es necesario que las organizaciones pongan "los medios para canalizar las aportaciones de los empleados y facilitar que fructifique la innovación".

Los factores clave que desarrollar son múltiples, según Molins, que cita algunos como "la formación, la comunicación multidireccional de la empresa, un ambiente abierto al cambio, una aceptación de cierto riesgo a la equivocación, un compromiso muy serio... y un impulso al sentido de equipo por parte de la dirección, basado en la transparencia y la ética". Y queda, por supuesto, aplicarlo en el día a día. "El reto es incorporar la innovación como una rutina más en el trabajo diario. Si se percibe como una obligación adicional se considerará algo temporal y mayor carga de trabajo... Y, sobre todo, compartir las enseñanzas que se desprenden de los fracasos, porque de las equivocaciones se aprende mucho más que de los éxitos", plantea Navarrete.

En definitiva, hay que ir a una nueva concepción de la empresa. Ferràs se muestra convencido de que "se puede aprender a innovar, como se puede aprender a emprender o a investigar..., porque innovar es un proceso de aprendizaje continuo, de interacción entre organización y mercado". Con respecto a la empresa, aconseja "diseñar organizaciones fluidas, poco verticalizadas y muy interconectadas con el entorno", sin que falte un toque deportivo, porque "la gestión de proyectos de innovación es un ejercicio transversal, multidisciplinar, con una connotación de autosuperación y de competitividad deportiva para lograr las metas exigidas", concluye.



CEG: esfuerzo y compromiso

"Innovar sabiendo de dónde venimos y adónde vamos. Innovar con el compromiso y esfuerzo de todas las personas, inspiradas por un liderazgo ético.Innovar con una estrategia clara de organización, como forma de competir, que nos permita canalizar y priorizar los recursos. Innovar de manera sostenible y sustentada sobre unos fundamentos sólidos de gestión. Desde el CEG consideramos que la excelencia se demuestra por la capacidad anticipativa y adaptativa para afrontar con éxitola adversidad", comenta Palmira López-Fresno, delegada en Catalunya del CEG. En este sentido, el V Encuentro para la Excelencia en la Gestión, "Reencontrar la esencia para innovar", del próximo día 28, en Barcelona, abordará quéelementos y herramientas son esenciales para afrontar con éxitoel futuro.

 


Un nuevo modo de vida

“La innovación forma parte de la cartera de valores del siglo XXI y es una actitud vital, un modo de afrontar la realidad que se proyecta en las organizaciones y en
la manera que tenemos de entender lo que nos rodea. Un mundo que, inevitablemente, cada vez será más rápido, fluido, inestable y turbulento. La innovación,
como eje fundamental de la competitividad, trascenderá la lógica económica y se convertirá en un modo de vida”.
Xavier Ferràs, "Innovación 6.0. El fin de la estrategia"


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