Es frecuente oír reproches sobre los trabajadores jóvenes: que viven en otro mundo, no se esfuerzan, no se implican... ¿Tanto distan sus actitudes de las del resto de los empleados? ¿Se adaptarán, o las empresas han de ajustar sus valores para captarlos?
En Barcelona, empresas, sindicatos y administraciones consensuaron, en el marco del pacto por el empleo de calidad 2008-2011, un decálogo de valores transversales que están y han de estar presentes en cualquier trabajo o contexto profesional, más allá de los que luego sean propios de una profesión o empresa concretas.
"Cada vez hay que tener más cuidado con el hecho de mezclar en las empresas gente con diferentes formas de pensar, porque las diferencias entre generaciones cada día son mayores", afirma Salvador de Tudela, presidente del Foro de Recursos Humanos de Foment del Treball. Puntualiza que las diferencias generacionales no son nada nuevo - "somos distintos de nuestros padres, y nuestros hijos de nosotros"- pero que ahora los cambios son más rápidos, nos sorprenden más y por eso se evidencia un choque generacional en el trabajo que antes no se plasmaba de forma tan clara.
Aurora, periodista de 45 años, se lamenta de que su nueva compañera de trabajo, con apenas 22, no tiene ninguna iniciativa, consulta cada paso que ha de dar, pone pegas a cualquier tarea que requiera un mínimo esfuerzo y busca cualquier excusa para no dedicar un minuto de más a su trabajo aunque este es un claro trampolín para la carrera profesional que eligió estudiar. "¿De dónde ha salido? ¿A qué aspira entonces?", se pregunta. Ricard, de 24 años, es diseñador gráfico, y asegura que allá donde ha trabajado se ha encontrado con que sus compañeros de más edad le ven como una amenaza y cada aportación suya se ve correspondida con un "esto se ha hecho así toda la vida". "Y encima, con la excusa de que eres novato, aprovechan para pagarte menos aunque el volumen de trabajo que te dan no se corresponde con esa menor valoración", se lamenta Ricard.
Lorenzo Di Pietro, director de Porta 22, la plataforma de investigación y difusión de las tendencias del mercado laboral del Ayuntamiento de Barcelona, advierte que se tiende a contraponer los valores de los jóvenes con los valores del trabajo cuando este está hecho por jóvenes y adultos. Y opina que, en lugar de caer en estereotipos y pensar que los jóvenes se han de adaptar a la jerarquía de valores que los adultos han consensuado, lo que requiere la convivencia de generaciones en el trabajo es negociación y saber llegar a un compromiso, porque no siempre los valores establecidos son dignos de ser trasladados a las nuevas generaciones. Y pone como ejemplo el gran valor que se le da a la presencialidad. "En muchas empresas se fijan más en cuánto estamos en la oficina que en lo que hacemos mientras estamos, y se reprocha a los jóvenes que sólo se quedan el tiempo necesario para hacer su trabajo; pero esos adultos que pasamos más tiempo tenemos la productividad más baja de Europa, así que quizá no valga la pena trasladar ese valor a los trabajadores jóvenes", explica.
Pero igual que cree que los jóvenes pueden aportar mucho a los valores ya consolidados y que su visión es necesaria para renovar aquellos que se han revelado poco sostenibles o duraderos, Di Pietro opina que tampoco las empresas y quienes ya trabajan en ellas pueden ceder y adaptarse en todo, porque hay unos valores transversales a todo contexto profesional que han de respetarse, como la responsabilidad, el compromiso, la constancia o la ética profesional (veáse información de apoyo).
Ignacio Megías Quirós, investigador social y miembro de Sociológica Tres, alerta de que con frecuencia se habla de los valores de los jóvenes como si fueran un ente extraño a la sociedad, cuando su sistema de valores es bastante similar al del conjunto de la sociedad, al que comparten los adultos. "Los jóvenes que acceden al mundo laboral son fruto de la educación que tienen, y esta viene marcada por los adultos, que además en los últimos años han primado todos aquellos valores que se asocian con lo juvenil", subraya. También el presidente del foro de Recursos Humanos de Foment del Treball cree que los valores de la gente joven que se incorpora a las compañías son los mismos de los que ya están. "La diferencia estriba en la unidad de medida", indica. Ylo ejemplifica: "Todos, jóvenes y veteranos, saben que con la empresa hay que tener fidelidad y compromiso; la diferencia es que los de la generación anterior medimos la fidelidad en tiempo -´si llevo 25 años con mi mujer o en una empresa, es que soy fiel´- aunque eso sea a veces hipócrita, mientras que la gente joven mide la fidelidad en dedicación -´mientras estoy en el proyecto soy fiel, pero si se acaba el proyecto se acaba mi compromiso´-, e integran en su vida como algo normal cambiar de empresa o de pareja". Ricard ha vivido en carne propia esta diferencia de interpretación respecto al compromiso. "Estaba trabajando en una empresa y me salió otra oportunidad de trabajo que me interesaba mucho y, aunque avisé con tiempo de mi marcha, tuve que soportar muchos reproches sobre mi falta de identificación con el trabajo, cuando no era así", relata. Opina que los jóvenes de hoy no están menos comprometidos, sino que la sociedad es muy cambiante, todo es más inestable y fugaz y hay que aprovechar las oportunidades. "Si la sociedad cambia más rápido, el compromiso y la responsabilidad se reformulan, sin que ello signifique que los jóvenes no tengamos esos valores", justifica.
Antonio López, sociólogo y catedrático de Trabajo Social de la UNED, cree que el choque de generaciones en el ámbito laboral tiene que ver con la asimetría entre la lógica de la educación - la cultura y las pautas de comportamiento con que los jóvenes se han formado- y la lógica del mundo del trabajo. "En la escuela se busca motivar, que el alumno participe, se le protege, se le considera un sujeto de derechos, se le promociona incluso aunque suspenda porque lo que interesa es que llegue, y los chavales entran en el mercado laboral pensando que es este el que los tiene que conquistar y promocionar cuando no es así; en las empresas son ellos los que han de demostrar para conquistar, reina una ideología neoliberal muy individualista que exige competir, en lugar de sujeto de derechos eres objeto de obligaciones y, si no cumples, no sólo no te promocionan, sino que te echan", señala. También Ignacio Megías cree que existe un desequilibrio entre el mundo educativo y el laboral que coloca a los jóvenes en una situación casi esquizofrénica: "Se les dice que abanderen los valores juveniles de la solidaridad, la tolerancia, la colaboración, etcétera, y luego se les exige que entren y acepten la rueda del mercado, donde cada uno va a lo suyo, se ensalza el éxito como promoción por encima de los otros...".
La situación descrita por Megías coincide bastante con las impresiones que relata María, estudiante de Turismo, de 21 años, respecto a sus primeras experiencias laborales en agencias de viajes: "He comprobado que hay diferencias de una empresa a otra pero, sobre todo en las multinacionales, he visto que todo eso de trabajar en equipo que tanto te inculcan en la escuela y en la universidad no existe, que cada uno va a fastidiar al otro para destacar él, que lo que impera es el egoísmo".
Algo parecido cuenta Sara, de 22 años, que compagina los estudios de Turismo con su trabajo en un gran establecimiento comercial: "En la carrera nos han explicado la diferencia entre un jefe y un líder, y que el objetivo de cualquier superior ha ser estar entre los segundos; sin embargo, en mi trabajo he comprobado que lo que abundan son los primeros, jefes que se pasan el día pidiendo que cumplas sus órdenes cuando ellos no cumplen con su cometido". El sociólogo Antonio López advierte que esta asimetría entre las expectativas y la realidad decepciona a los jóvenes, que con frecuencia se convierten en desesperanzados. Ysi durante la época de crecimiento económico intensivo algunos han podido obviar esta realidad no incorporándose al mundo laboral, ahora no, porque ya no cuentan con la capacidad de resistencia de los padres.
En realidad, todos los expertos están convencidos de que al hablar de la actitud y de los valores de los jóvenes en el trabajo hay y habrá que distinguir entre el antes y el después de la crisis. "En los años de mucha bonanza se ha creado la imagen de que si tienes inglés, estás bien formado y dispuesto a moverte, las empresas te buscan y puedes moverte de una a otra, es decir, tú estás en el centro de tu carrera profesional; pero hoy esa percepción de los jóvenes se tiene que corregir, porque encontrar trabajo es complicado, y cambiar de empleo sólo está al alcance de un reducido número de personas", apunta Lorenzo Di Pietro.
López y Megías enfatizan que, por un lado, se pide a los jóvenes que se adapten al mundo laboral, que asuman sus valores de forma entusiasta, que se impliquen; se les promete que si se forman podrán acceder a un empleo, pero luego la contraparte de la promesa no se cumple, porque hay jóvenes sobradamente preparados que no se pueden incorporar al mundo laboral o que se incorporan de forma muy precaria y esa precariedad se mantiene en el tiempo. "Se pide al joven que se implique, que se comprometa, y luego no se le hace partícipe de decisiones ni proyectos, sólo se le ofrece precariedad", reprocha Megías.
Más allá de condiciones laborales, Salvador de Tudela cree que la integración de diferentes generaciones exige a las empresas aprender a gestionar de forma diferente. "Hay que gestionar por prohibición, no por obligación; a la gente joven no hay que decirle lo que tiene que hacer, sino sólo lo que no puede hacer; son generaciones más potentes, con más recursos, más preparados y con mejores capacidades que las generaciones anteriores, que quieren que les dejen creatividad y poder trabajar de forma distinta; por eso, una vez fijado lo que está prohibido, lo que nunca pueden hacer, hay que dejarles trabajar a su manera", indica.
El presidente del foro de Recursos Humanos de Fomento opina que los jóvenes también exigen mejorar los hábitos de comunicación de las compañías. "Antes no hacía tanta falta explicar o justificar las normas de la empresa, pero ahora sí, porque muchos jóvenes suben con cierto descaro, pensando que, como son modernos, inteligentes y se sienten seguros, se pueden saltar las normas a la hora de asistir a una reunión o en la forma de vestir; y desde la organización hay que explicar el porqué de esas reglas de juego", argumenta.
No obstante, Antonio López matiza que en los sectores donde hay escasez de buenos trabajadores y se quiere incorporar a los jóvenes, o en las empresas con alto contenido intelectual, las compañías sí harán estos ajustes u otros esfuerzos para atraer savia nueva, "pero en la mayoría de las pequeñas y medianas empresas ese no es el modelo, y, que nadie se engañe, son los jóvenes los que han de adaptarse".
QUÉ HAY DE...
La fidelidad Hay cierto convencimiento de que los trabajadores jóvenes se identifican más con su propia carrera profesional que con la empresa donde trabajan. Pero también es cierto que las relaciones entre las empresas y sus empleados tienen poco que ver con las de hace unas décadas. "Antes una persona entraba en una empresa y se jubilaba allí, así que se identificaba con el logo, con los colores... Esto ahora cada vez es menos habitual, porque el mercado de trabajo es más dinámico, hay más rotación, más temporalidad, y el sentimiento de pertenencia a una empresa se diluye y tiende a desaparecer", explica el director de Porta 22, Lorenzo Di Pietro. Pero, más que cuestionar la importancia que los jóvenes conceden a la fidelidad, opina que la reflexión es otra: ¿hay que identificarse con la empresa como hace 10 o 20 años cuando la empresa no se identifica contigo? Parece lógico, dicen los expertos consultados, que si se reducen los tiempos contractuales, el concepto de fidelidad a la empresa varíe y se restrinja a "mientras estás ahí".
El respeto No faltan quienes aseguran que los jóvenes pecan de descaro y de falta de respeto, incluso con sus jefes. Di Pietro, sin embargo, considera que el problema es que las nuevas generaciones buscan y respetan el liderazgo más que las jerarquías formales. “Los adultos necesitan una relación más jerárquica, un estilo de dirección clásico; en cambio, los jóvenes necesitan un jefe que sea un ejemplo, alguien cercano en el trato pero que ejerce comolíder del grupo por su experiencia y su manera de hacer”, apunta.
La responsabilidad Entre los estereotipos que circulan sobre las nuevas generaciones figura también el de que viven al día y no asumen responsabilidades, que sólo piensan en el ocio y el tiempo libre. "A todos, cuando éramos jóvenes, nos importaba poco el mañana; yo no veo a los jóvenes de hoy menos responsables; lo y respetan el liderazgo más que las jerarquías formales. "Los adultos necesitan una relación más jerárquica, un estilo de dirección clásico; en cambio, los jóvenes necesitan un jefe que sea un ejemplo, alguien cercano en el trato pero que ejerce como líder del grupo por su experiencia y su manera de hacer", apunta. que ocurre es que para ellos la responsabilidad no es irse a las siete de la tarde porque el jefe se ha ido cinco minutos antes; se van cuando han hecho su trabajo, aunque el jefe no se haya ido; pero el error no es suyo, el error es medir el trabajo por el tiempo que dedicas; se puede ser más productivo y eficiente y disponer de más tiempo libre", subraya Salvador de Tudela, presidente del foro de Recursos Humanos de Foment del Treball. Por otra parte, con la generalización de las nuevas tecnologías también se ha desdibujado la división entre tiempo de ocio y tiempo de trabajo. "Lo mismo te conectas al chat cuando estás en el trabajo que utilizas el messenger como herramienta de trabajo desde casa; y se ha demostrado que el hecho de que el trabajador esté contento y haga tareas desde casa incide en una mayor productividad", indica Ignacio Megías, de Sociológica Tres.
El individualismo Otro reproche común es que los jóvenes "van a la suya". Sin embargo, si algo les sorprende a ellos cuando se incorporan al mundo laboral es que, después de años oyendo en la escuela y en la universidad que han de trabajar en equipo y ser solidarios, ven que en las empresas lo que prima es el individualismo, el competir y, si hace falta, "apuñalar" al prójimo para destacar.