Por primera vez desde hace 14 años, ha comenzado una huelga indefinida en Alemania de los empleados de hospitales, guarderías y servicios de limpieza municipales, para protestar por la ampliación de la semana laboral de 38,5 a 40 horas sin compensación.

La tregua sindical parece haber llegado a su fin en Alemania. Por primera vez desde hace 14 años, se inició ayer una huelga indefinida de los empleados de hospitales, guarderías y servicios de limpieza municipales del próspero land de Baden-Wurtemberg, en el sur del país. Los trabajadores, afiliados al poderoso sindicato de servicios Ver.di expresan así su rechazo a una propuesta del Estado para ampliar la semana laboral de 38,5 a 40 horas y sin ningún tipo de compensación laboral.

"No vamos a permitir que se nos prolongue la jornada de trabajo en estas circunstancias, cuando llevamos más de una decena de años con los salarios estancados y hemos perdido una serie de beneficios", afirmó ayer Frank Meier, un obrero de la limpieza municipal. Otro trabajado en huelga, Andrea Wolf, insistió en que precisamente la reforma se ha planteado "cuando las empresas están empeñadas en ahorrar costes sobre la base de reducir la plantilla".

El presidente del sindicato de servicios Ver.di, Franz Bsirske, reconoció ayer por la tarde que la huelga no se resolverá fácilmente y dijo que los trabajadores se preparan para un conflicto "de largo trecho". En su opinión también está en juego la tradición negociadora porque, por primera vez, "la patronal decide por su cuenta y esto no lo vamos a tolerar".

Destrucción de empleo

Las autoridades locales aseguran, con datos en la mano, que sufren una precaria situación financiera y que solo buscan hacer más eficiente y competitivo el sector. Sin embargo, esos planes, según los sindicatos alemanes, se basan en una reducción de la plantilla y esto "significará la destrucción, sólo en Baden-Wutemberg, de 10.000 puestos de trabajo", destacó el dirigente sindical Kurt Martin.

La huelga indefinida tiene repercusiones a nivel local, pero también en los länder, y amenaza seriamente con transformarse en una prueba de fuego para el gobierno de la coalición entre los socialdemócratas y cristianodemócratas, liderado por Angela Merkel.

El Gobierno tiene en marcha una serie de medidas negativas para los trabajadores y los sectores más desprotegidos del país y, por esta razón, la protesta es vista con una amplia simpatía. Tanto es así, que el propio ministro de Economía, el socialcristiano bávaro Michael Glos, llegó a decir que "los empresarios deberían tener en cuenta que el aumento de salarios beneficia a la economía alemana".

Desconfianza

El Gobierno apunta a que se superara el débil consumo interno, uno de los graves problemas del país, y defiende las buenas expectativas de la economía, que se encaminaría hacia una recuperación. Pero, los trabajadores no quieren seguir esperando porque los beneficios de las grandes empresas no se traducen en mejoras para la plantilla. El Deutsche Bank, por ejemplo, anunció que en el 2005 obtuvo un 53% más de ganancias que el año anterior, pero que despedirá a 2.000 trabajadores. DaimlerChrysler tiene un plan que conlleva la reducción de 6.000 empleos y Siemens estudia reducir 3.000 fuera de Alemania y otros 2.400 en el país.

Y con esta situación, el Gobierno, con las arcas vacías, pretende, además, aumentar la edad de jubilación de los 65 años actuales a los 67 para el 2029. Esta propuesta ya desató un serio debate en el Ejecutivo. Y la controversia tiende a incrementarse y el clima sindical puede alcanzar connotaciones desconocidas en Alemania.

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