Las mujeres deben trabajar y los gobiernos facilitar ese acceso al trabajo y, lo que es más importante, su permanencia en él. ¿Por qué? Por una cuestión puramente económica. En un mundo cada vez más envejecido, gracias a la prolongación de la esperanza de vida, los gobiernos precisan de todo el talento y toda la mano de obra posibles para conseguir sostener el estado de bienestar. Después de esta consideración, fundamental para los organismos internacionales y nacionales vinculados al mundo laboral y económico, hay otros argumentos más humanos, como el derecho de toda mujer a ser independiente, a desarrollarse personalmente y a decidir, en igualdad de condiciones, cuál es la vida que quiere llevar. Éstas son algunas de las conclusiones que se pueden extraer del I Congreso Internacional de Empleo, celebrado recientemente en Pamplona e impulsado por el Gobierno de Navarra.
Durante dos días y bajo el lema "Igualdad y conciliación: hacia un compromiso conjunto", sindicatos y empresarios, así como representantes de organismos internacionales como la Comisión Europea, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) o Naciones Unidas debatieron largo y tendido sobre qué hacer para alcanzar esa igualdad de género real en el trabajo y para conciliar la vida personal y profesional, principales causas por las que las mujeres abandonan la actividad laboral.
La mayoría de los estudios refleja que la mujer abandona el trabajo cuando se casa y, sobre todo, cuando tiene hijos, precisamente en los años en los que el rendimiento laboral es más alto. Las causas son ampliamente conocidas, lo que no significa que se hayan puesto los medios necesarios para atajarlas. La mujer abandona el trabajo, primero, porque gana menos que el varón - una media de un 30% en España-; no se siente realizada en él - ocupa un puesto inferior a los conocimientos adquiridos- y por los larguísimos horarios laborales instaurados - en España son los más prolongados de toda la UE-. Esto impide que la mujer puede compatibilizar su vida personal y laboral "sin morir en el intento", como señala Carmen Bravo, secretaria confederal de UGT.
La expulsión de la mujer del mundo laboral se ha convertido en los últimos años en una cuestión de Estado. La UE hizo un llamamiento a todos los países miembros para poner en marcha todas las medidas posibles para conseguir que las mujeres no abandonen el trabajo, que se materializó en la cumbre de Barcelona del 2002 con el compromiso de todos los gobiernos para facilitar la educación de los más pequeños y el fomento de ayudas a la conciliación.
El argumento es, como recoge el informe de la OIT, La hora de la igualdad en el trabajo,que "en la coyuntura actual, en que caen en picado los índices de fecundidad, aumenta la esperanza de vida y se multiplican las políticas restrictivas de inmigración, es fundamental mantener a las madres dentro de la fuerza del trabajo para compensar la escasez de trabajadores y para el pago de las contribuciones necesarias para financiar las prestaciones sociales de las personas de más edad".
Pero el futuro ya está aquí. De hecho, ya hay problemas para encontrar profesionales competentes en determinados sectores, señala Pilar Iglesias, directora de Seguridad Social del departamento de relaciones laborales de la CEOE.
La escasez de personal cualificado está obligando a las empresas a "pujar" por los talentos con todos los medios disponibles. Según un estudio del Círculo de Empresarios, los profesionales de hoy en día valoran más su calidad de vida que tener un gran salario. De ahí que los empresarios, fundamentalmente los grandes y más innovadores, sean los primeros en aplicar medidas de conciliación para cuidar lo que denominan el "factor humano".
Y en este proceso empieza a incluirse a las mujeres, principalmente, las que cuentan con un nivel alto de formación. El grito unánime lanzado por los organismos internacionales y nacionales del mundo del trabajo de "no podemos perder talentos" ha obligado a los gobiernos a plantearse todo tipo de iniciativas para evitar que la mujer siga estando discriminada en el trabajo. Sindicatos y empresarios coincidieron en Pamplona en que hay que adoptar medidas para acabar con esa lacra, aún cuando hay discrepancias conceptuales entre unos y otros.
Para las centrales sindicales CC. OO. y UGT, la futura ley de Igualdad, aprobada por el Gobierno de Rodríguez Zapatero, y que ahora empezará a ser debatida por el Parlamento, es un buen instrumento para, al menos, reducir esa discriminación, según Carmen Bravo, de CC. OO. y Elisa García, de UGT. Para Pilar Iglesias, de la CEOE, todas estas decisiones - igualdad y conciliación- no pueden venir impuestas por ley sino que han de acordarse en el marco de los convenios laborales, alegando que cada sector tiene sus propias necesidades y características, algo que en ningún momento ha sido discutido por los sindicatos mayoritarios.
La OIT, representada en el Congreso Internacional de Pamplona por Marleen Rueda, se decanta por que los estados legislen, ya que, a su juicio, los temas de discriminación y conciliación quedan apartados en las negociaciones laborales a favor de cuestiones relativas al salario o a la estabilidad laboral. No hay que olvidar que, también en los sindicatos, las negociaciones recaen fundamentalmente en sindicalistas varones.
Y recuerda los casos de Australia y Estados Unidos, países que legislan sobre igualdad en el trabajo desde hace mucho tiempo. En el primero, los índices de discriminación son más bajos que los registrados en Estados Unidos, precisamente porque en Australia las empresas están obligadas por ley.
Xavier Prats, director general de Empleo, Asuntos Sociales e Igualdad de Oportunidades de la Comisión Europea, no entra a valorar cuál es la fórmula más apropiada para evitar esa pérdida de talentos y de trabajadoras, pero sí apuesta por el consenso de todos los agentes sociales, incluidas las administraciones.
A juicio de Prats, sin la unión de estas tres partes será imposible avanzar en este terreno, un terreno que ahora adquiere una mayor relevancia precisamente porque el mundo desarrollado precisa de más manos y más talento para poder sostener su estado de bienestar, claramente amenazado por el envejecimiento poblacional y la falta de mano de obra.