España lidera la clasificación de países desarrollados que más desaprovecha la formación profesional de los inmigrantes, aunque también la de la población nativa. El 42,9% de los extranjeros trabaja en puestos por debajo de su nivel de cualificación.

España es el país desarrollado en donde la inmigración está mejor formada. Muy por encima de las tareas que les corresponde realizar. Así, el 42,9% de los extranjeros que trabajan en el país lo hace en ocupaciones que están por debajo de su nivel de cualificación, según los datos recogidos por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) y hechos públicos en un reciente informe del Círculo de Empresarios de España.

El nivel de sobrecualificación de la inmigración española no sólo es el más elevado, sino que dobla al de la mayoría de países occidentales como Alemania, Austria, Italia o Estados Unidos. Sólo Grecia tiene unos índices que se le aproximan (39,3%), pero en este caso la explicación guarda una relación directa con la proximidad a los países del Este, con economías precarias a consecuencia de las décadas en que rigieron sistemas comunistas.

Claro que también España lidera la clasificación de país con mayor nivel de sobrecualificación entre sus ciudadanos nativos. El 24,2% de los trabajadores españoles está empleado en un puesto de trabajo por debajo de su capacidad profesional. No obstante, en este apartado, la diferencia con el resto de países es muy inferior a la que se observa en el caso de inmigrantes. El documento de los empresarios considera a este respecto que "nuestro país desaprovecha capital humano tanto nacional como inmigrante al ocupar a sus trabajadores en puestos que requieren menos formación de la que ellos tienen".

Los datos proporcionados por la organización internacional dejan claro que en todos los países desarrollados los inmigrantes encuentran mayores dificultades para conseguir un empleo acorde con los estudios que cursaron en su país. Sólo en Suiza y Hungría la diferencia en la tasa de inmigrantes y nativos se limita a un par de puntos. El mismo informe del Círculo de Empresarios pone de relieve que España es el país con una mayor tasa de temporalidad y, por tanto, inestabilidad en el trabajo. Entre los inmigrantes, casi la mitad tiene contratos limitados en el tiempo, mientras que entre la población local la tasa de eventuales es del 25%, según la OCDE.

Esta clara discriminación laboral que sufren quienes llegan de otros países en busca de oportunidades no es percibida como tal por la población española. Así, una reciente encuesta efectuada por el Consejo General de la Abogacía Española muestra que dos de cada tres nativos cree que en España se trata muy bien a los inmigrantes. Yun tercio incluso asegura que el trato que se les dispensa ahora es mucho mejor que el que recibían los españoles que emigraron a los países europeos hace cuarenta años.

La investigación demoscópica también expone que la mayoría de la población española, el 73%, está persuadida de que las administraciones prestan a los extranjeros la asistencia adecuada para que se integren en la sociedad. Menos convencidos están, sin embargo, de que el Gobierno se preocupe de asesorar legalmente a los inmigrantes a la hora de tramitar sus permisos. Un 45% cree que sí, pero un 36% opina que la Administración se desentiende de este aspecto.

Siendo o no conscientes de la situación de desventaja de los inmigrantes a la hora de encontrar empleo, un 34% de los españoles cree que todos ellos deberían tener los mismos derechos y obligaciones que los nativos. Pero un 63% opina, por el contrario, que sólo quienes ya tienen su documentación en regla deberían estar en igualdad de condiciones.

Sea cual sea la opinión de los españoles, los elevados índices de sobrecualificación y temporalidad laboral no han sido obstáculo para que más de 400.000 inmigrantes hayan adquirido una vivienda en propiedad en los últimos años. Al menos la mitad de ellas se han comprado entre mediados del 2001 y principios del 2006. En este sentido, los estudios a los que alude el informe del Círculo de Empresarios presagian un importante incremento de las ventas por parte de este colectivo, debido a las reagrupaciones familiares que llevan aparejadas procesos de regularización como el que se produjo durante el 2005. Pues son las reagrupaciones uno de los motivos que más incitan a los inmigrantes a adquirir una vivienda y asumir una deuda a largo plazo. Y al mismo tiempo la adquisición de la vivienda es un factor que dilata el periodo de migración y asienta a los extranjeros por periodos más prolongados en el país de destino.

Pero se trata sólo de indicios. Es complicado prever cómo evolucionará la situación y número del colectivo inmigrante en los próximos años. A finales de los noventa nadie supo anticipar que la llegada de extranjeros a España sería tan importante y se concentraría en tan poco tiempo. El impacto ha sido tal que, según el aludido informe del Círculo de Empresarios, ha afectado a los servicios sociales españoles, que no estaban planificados para el actual volumen de población, un7% por encima de las previsiones realizadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE). El INE estimó que en el 2006 vivirían en España 41,5 millones de personas, cuando la realidad de las últimas cifras oficiales sitúa la población en 44,7 millones.

Siempre con las cautelas necesarias a la hora de anticipar lo que sucederá en una sociedad en efervescencia como la española, las proyecciones del INE para los próximos años dibujan dos escenarios bien distintos. El que prevé un ritmo de inmigración parecido al que hemos vivido en los últimos años anticipa que en el 2026 España contará con 50 millones de personas. La proyección más conservadora valora una posible reducción en el ritmo de llegadas de extranjeros y sitúa el número de habitantes para dentro de veinte años en 46 millones.

Mucho más complicado es anticipar cómo evolucionará la situación laboral de los inmigrantes. Si la integración es tan buena como concluyen las primeras investigaciones sobre los niveles de convivencia entre extranjeros y nativos, los niveles de sobrecualificación y temporalidad de foráneos y locales deberían estrecharse y asimilarse más a la situación del resto de los países europeos. Si el paso de los años no consigue reducir esa diferencia, significará que esa integración conseguida en algunos órdenes no termina de llegar al mundo laboral. Y no es una cuestión menor, pues ha sido precisamente la falta de oportunidades laborales lo que ha provocado la crítica situación que se vive en las localidades periféricas de las grandes ciudades francesas.


EDGAR LÓPEZ PROFESOR DE DANZA QUE TRABAJA DE CAMARERO

"El ballet no da de comer"

Bailar fue siempre su pasión. Por eso, después de una fallida tentativa en los estudios de Medicina, se licenció en Danza y prosiguió sus estudios hasta que obtuvo una plaza como profesor en el Instituto Nacional Superior de Danza y Teatro de Quito. Edgar López no se conformó con ello, sino que siguió trabajando para conocer las raíces más profundas de la cultura ecuatoriana. Fue así como se convirtió en coreógrafo y diseñó varios proyectos para dar a conocer danzas originarias de su país. Pero sus ambiciosos planes no encontraron receptividad en las instancias culturales de Quito, así que decidió dejarlo todo y empezar de cero al otro lado del océano Atlántico.

Tras un fugaz paso por Italia, recaló en Madrid. Los comienzos no fueron fáciles. Como otros muchos compatriotas, empezó buzoneando publicidad, después ejerció como operario en una pequeña imprenta, como pintor de brocha gorda, electricista, albañil, mecánico e incluso de peón en una fábrica de cartones. Hasta que hace cinco años le ofrecieron un trabajo de camarero.

"Me da mucha pena todos los años de trabajo tirados a la basura, pero me gusta mucho la profesión de camarero. Se tiene mucho contacto con las personas y es agradable", explica en una de las mesas de la taberna La Atípica, que ha abierto hace sólo unos meses en el popular barrio de Usera (Madrid).

Pero el gusanillo de la danza aún no le ha salido de dentro y por eso cada fin de semana ensaya con el Ballet Andino Ecuatoriano Quitus, que él mismo fundó hace cinco años en Madrid junto con varios compatriotas. "Yo sé que tal vez podría intentar encontrar trabajo como profesor de ballet, pero no como profesional. Después de todos estos años estoy persuadido de que el ballet no da de comer", reflexiona para La Vanguardia Edgar López repasando sus últimos años en España.

No es que el mundo del espectáculo no haya estado en su horizonte, pero explica que para intentarlo debería practicar nueve o diez horas diarias y hace mucho que su ejercicio se limita a las sesiones de los fines de semana con sus alumnos y compañeros de Quitus. Su ilusión es progresar en la hostelería para, dentro de cinco o seis años, juntar todo el dinero y regresar a Ecuador para montar lo que allí se conoce como un cafélibro, un restaurante con espectáculo. "Es lo que soñamos mi mujer y yo desde hace algún tiempo: tener nuestro negocio y seguir dando clases de ballet a los niños".

Porque aunque Edgar dedique la mayor parte del día a atender a los clientes de la pequeña taberna que han abierto con todos sus ahorros de estos años, lo cierto es que su mente sigue en el ballet. Su cerebro ha configurado ya cientos de coreografías inspiradas en el patrimonio cultural de Ecuador. Sólo unas pocas han podido ponerse en escena gracias a su ballet, aunque siempre como válvula de escape. "Llevamos cinco años y aún no hemos percibido un solo euro por nuestro trabajo como bailarines. Claro que nos gustaría poder vivir de ello, pero por ahora es algo impensable", resume Edgar el resultado de su iniciativa cultural en este tiempo.


ELENA BOSINCEANU DOCENTE QUE TRABAJA DE EMPLEADA DOMÉSTICA

"Yo aún me siento maestra"

ESTEVE GIRALT

Elena Bosinceanu llegó a Tarragona hace más de tres años. Desde entonces, ha alternado el cuidado de sus dos hijos con trabajos en el servicio doméstico. De poco o nada le ha servido tener los estudios de Magisterio o haber ejercido de profesora durante 20 años en escuelas de Rumanía. A sus 42 años, como tantos otros de sus compatriotas, no ha podido desarrollar su profesión en Catalunya. En el duro viaje desde Iasi (Rumanía) hasta Riudoms (Baix Camp), Elena se quedó sin su currículum, por obra y gracia de una inmigración precaria, tras dejar atrás media vida y toda una carrera profesional para buscar más calidad de vida, especialmente para sus dos hijos, de ocho y 16 años. A pesar de todo, Elena aún confía en poder convalidar sus estudios y dejar de trabajar como empleada del hogar.

"Yo soy maestra, ¡aún me siento maestra!", dice al tiempo que observa una fotografía de su último grupo de alumnos, en el colegio Dimitrie Sturaza de Iasi. A Elena se le ilumina la mirada cuando recuerda sus vivencias como docente, una vocación que tuvo desde muy pequeña. "En Rumanía todas las niñas quieren ser maestras o artistas", explica sonriente. Bosinceanu no conocía otra profesión, pero ahora asegura que está preparada para acostumbrarse a "una nueva vida".

Primero fue su marido quien abandonó el país para probar suerte en Tarragona. Las cosas le fueron bien y consiguió un buen contrato. Un año después, esta familia decidió que había llegado el momento de abandonar Rumanía. "Al principio fue muy duro, no sabíamos nada de castellano", recuerda. Hace más de dos años que obtuvo el permiso de residencia, pero todavía no ha conseguido regularizar su situación laboral. Tras un breve proceso de integración, rápidamente en casa de Bosinceanu vieron que con un sueldo no bastaba. Ofrecerse como empleada en el servicio doméstico se ha convertido en la forma más viable de conseguir sumar otro sueldo.

Pero esta alegre rumana no se rinde. "Yo puedo trabajar de maestra", asegura. De hecho, Elena ha recibido una oferta de una escuela de Tarragona, pero no ha podido aceptarla porque sigue a la espera de poder regularizar su situación laboral. Hace casi un año inició todos los trámites. "¡Aún no me han dado ninguna respuesta!", dice, inquieta. Siguiendo la actual legislación sobre inmigración, Bosinceanu ha tenido que solicitar el permiso de empleo en el sector en el que actualmente trabaja, algo que no entiende: "¿Por qué tengo que seguir como empleada del hogar? Es demasiado tiempo, es una barrera".

Elena sabe que no será fácil regresar a las aulas y recuperar profesión y vocación. Una de sus hermanas, profesora de química en Rumanía, trabaja ahora como niñera en Tarragona. "Aquí he aprendido a tener paciencia, poco a poco se van abriendo algunas puertas", reflexiona. Otras inmigrantes de la Europa del Este han seguido el mismo camino que Elena y han conseguido convalidar sus estudios y ejercer su profesión. Otros lo han conseguido. "¡Por qué yo no!".


LAS CLAVES

Los expertos apuestan por acuerdos en origen

La mayoría de los 350 empresarios y expertos consultados por la firma PricewaterhouseCoopers sobre el fenómeno migratorio en su I Consenso Económico del año abogaron por potenciar los acuerdos con los países de origen de la inmigración con cupos de trabajadores que posean una cualificación específica y una formación previa. Los expertos creen que la llegada masiva de los últimos años está vinculada al efecto llamada que producen quienes ya se habían instalado en España y a las facilidades para entrar en el país.

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