Dejando a un lado las obvias diferencias biológicas, la salud de las mujeres está en una situación de desventaja frente a la de los hombres. A pesar de tener una mayor longevidad, la población femenina disfruta de un periodo de vida saludable mucho más corto (al nacer, los españoles tienen una esperanza de vida libre de enfermedad crónica de 41 años frente a los 38 de las españolas). El informe Salud y género,realizado por el Ministerio de Sanidad, demuestra que no hay igualdad ante la enfermedad y que esa diferencia tiene que ver con la construcción social de lo que significa ser mujer. ¿A qué se debe? El sexo influye de forma significativa no sólo en el comportamiento de los ciudadanos como pacientes, sino en el personal sanitario que los atienden. Y para rematar la faena, las mujeres anteponen la salud de sus familiares a la suya propia.
Según el estudio, la doble jornada laboral de una porcentaje importante de la población femenina (trabajo asalariado y tareas domésticas) acarrea "una sobrecarga física y emocional", que acaba afectando de manera negativa a su salud. Esta diferencia en la distribución del tiempo de ocio y del cuidado de la familia explica, "al menos en parte", que los hombres duerman y practiquen más deporte que las mujeres: la mayoría de las personas que duermen menos de seis horas son féminas. Los especialistas vinculan además esta falta de tiempo para hacer deporte con los problemas de peso de las mujeres al llegar a la madurez. A diferencia del resto de franjas de edad, es a partir de los 45 años cuando se invierte la tendencia y la prevalencia de la obesidad se convierte en una cuestión femenina.
Desde la perspectiva del tratamiento que reciben los pacientes, la diferencia de sexo también acaba beneficiando a los hombres. Así, a pesar de que las afecciones cardiovasculares son, junto al cáncer, las enfermedades de mayor mortalidad entre la población en general, la inercia injustificada al considerar el infarto como una patología típicamente masculina lleva a que las mujeres tengan más posibilidades de que el diagnóstico se retrase o sea erróneo: en el caso de la angina de pecho, la demora en el tratamiento, en comparación con los hombres, llega a una hora. Además, este cliché podría influir en el hecho de que a ellas les cueste identificar el dolor que padecen con un afección cardiaca y tarden en acudir al hospital.
El estudio remarca la falta de investigaciones sobre el papel de condicionantes de la salud como la sexualidad o las relaciones afectivas. A consecuencia de ello, los autores del informe critican que existe una tendencia a tratar procesos fisiológicos como la menopausia o el parto igual que si fueran enfermedades. Además avisan de que el intento de "resolver con fármacos malestares que tienen su origen en las dimensiones psicosociales de la salud" lleva a medicar en exceso la vida de las mujeres.
Ante este panorama, la ministra de Sanidad, Elena Salgado, presentó una serie de iniciativas enfocadas a la luchar contra estas desigualdades de sexo. Las propuestas, que están discutiendo con las comunidades autónomas, incluyen desde un protocolo médico para ayudar a las víctimas de violencia machista hasta el análisis de cómo afectan los estereotipos en la atención sanitaria o las razones por las que en el sistema público de salud es excesivo el porcentaje de cesáreas. Salgado se comprometió a revisar la información sobre atención de enfermedades cardiovasculares, la idoneidad de los programas de cribado de cáncer de mama y las medidas de prevención del cáncer de cuello de útero, colon y recto, así como potenciar estudios sobre enfermedades que afectan en especial a las mujeres como osteoporosis, fibromialgia y fatiga crónica.
Acceso a Informe "Salud y Genero 2005" del Ministerio de Sanidad: http://www.msc.es/novedades/docs/informe2005SaludGenero.pdf