La oferta de profesionales disminuye año tras año en una tendencia demográfica inexorable; la retribución ya no es la lazada mágica que atrapa y retiene el talento; la estabilidad en el puesto no es el vínculo estrella del contrato emocional... El compromiso escasea y sus consecuencias inmediatas -rendimiento y productividad- lastran nuestra competitividad. La correlación es evidente y, sin embargo, ¿por qué no se invierte en hacer de ella una ecuación positiva?
Ya en los años 80 se hablaba del compromiso como uno de los elementos responsables del desempeño de las organizaciones y las personas. Todas las compañías tienen que tener una estrategia, pero, sobre todo, tienen que tener una capacidad de ponerla en marcha a través de un eficaz desempeño.
Publicado en el número 12 de la revista, de abril de 2007.