Vivimos en un país en el que ya no hace falta ser titulado universitario para llegar a president. También en el que la épica de los copiosos ingresos que proporcionaba durante la última década la construcción llevaba a repetir como si fuese un mantra: "¿Para qué estudiar si el fontanero que me hizo la última chapuza gana más que un abogado?".
Por desgracia, los últimos datos que ofrece la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) confirman lo que ya parece saber todo el mundo: que la diferencia entre el sueldo medio de los titulados universitarios y el de los que no han acabado la ESO se ha reducido en un 41% entre 1997 y el 2004. En ningún otro país ha caído tanto. Y aunque parece que sigue siendo rentable tener una licenciatura a la hora de acceder al mercado laboral, las ventajas salariales han caído en picado. Y esto es algo que ha acabado calando en las expectativas de Heribert.
Porque este adolescente que acaba de terminar la enseñanza secundaria y que, como miles de jóvenes en sus situación, bucea estos días en su interior en busca de un atisbo que le indique qué carrera universitaria escoger, no lo ve nada claro. Otros, más jóvenes que él, ni siquiera saben a qué modalidad de bachillerato optar. Muchos todavía no pueden votar, pero han de decidir - en una edad llena de inseguridades- qué quieren ser de mayores. El axioma que convertía una licenciatura en un trabajo bien remunerado hace tiempo que se quebró.
"¿Para qué esforzarse en estudiar una carrera si después no consigues encontrar trabajo de lo tuyo y acabas ganando lo mismo que si no la hicieses?", argumenta Heribert ante sus padres y ante sí mismo; y recurriendo en su apoyo a los numerosos ejemplos de su entorno.
Sin embargo, los salarios de los trabajadores españoles con estudios universitarios todavía siguen siendo un 60% superior al de los que tienen estudios básicos, inferiores a Secundaria. Pero muy lejos, por cierto, de países como Reino Unido, donde ganan un 140% más. O Irlanda y Francia, donde cobran casi el doble (un 90% y un 80%, respectivamente).
¿Por qué sucede esto? El informe de la OCDE apunta dos motivos para el estrechamiento del incentivo salarial por tener estudios universitarios en España. El primero tiene que ver con la saturación. Hay más oferta que demanda. El número de universitarios ha crecido, pero el mercado laboral no ha podido absorberlos a todos. Existe una sobreabundancia de titulados que haría caer el valor de tener un título superior. Los datos lo corroboran: hace 10 años, el19% de los españoles entre 25 y 64 años tenía estudios universitarios. Enel 2004, el porcentaje había subido al 26%, por encima del 25% de media de los países de nuestro entorno.
La segunda causa sería la globalización económica, que está haciendo intensivo el uso de la tecnología en algunos países desarrollados. De ahí que en Corea o Estados Unidos no sólo no se haya reducido la prima salarial de los universitarios, sino que ha crecido frente a países menos tecnológicos. Mientras aquí, según dice textualmente el estudio, "nos hemos especializado en sectores intensivos en mano de obra menos preparada, como la construcción o el turismo".
Los sindicatos hablan de despilfarro de recursos de alta cualificación. En un informe de CC. OO. se cifra en 1.370.000 los asalariados que tienen estudios universitarios, pero que no logran encontrar una ocupación acorde con esa formación, sino inferior. Una situación en la que se encuentran nada menos que tres de cada 10 asalariados con una licenciatura.
Hay más razones que se añaden a las mencionadas. Casi tantas como especialistas. Pero existe una amplia coincidencia también en criticar la calidad de la enseñanza universitaria que se imparte - ineficiente para la nueva realidad- y la caída en Catalunya de la calidad de los empleos.
Además, las diferencias salariales no dependen sólo del currículo académico. Factores como el sexo, el grupo social al que se pertenece o la materia de la titulación influyen en los beneficios de la educación superior. Por ejemplo, los hombres de grupos socioeconómicos bajos y familias con ingresos reducidos son los que más provecho sacan al estudiar una carrera universitaria. Pero si eres mujer que ha completado su educación universitaria ganarás sólo un 65% del salario de tus colegas masculinos. También hay una sensible diferencia entre un empleo en la empresa privada o en el sector público. Los funcionarios ganan hasta un 44% más. ¿Motivo? Los sueldos de la Administración son, de media, más elevados y, además, trabajan menos menos horas.
Pero es que ni siquiera el tener una licenciatura garantiza una cierta homogeneidad de ingresos. Los ingenieros tienen un salario anual superior al de los médicos y economistas. La media de los ingresos anuales de estos licenciados es un 20% superior al de los médicos o un 30% al de aquellos que estudiaron Administración de Empresas o Económicas, según un informe de la Agencia de Qualitat del Sistema Universitari. De hecho, de los primeros 20 lugares del ranking, 18 se corresponden con estudios técnicos, como ingenierías, ingenierías técnicas o Arquitectura. Sólo Medicina, Administración y Dirección de Empresas e Investigación de Técnicas de Mercado logran colarse entre esta veintena de elegidas.
Así que, cuando Heribert me pregunta si merece la pena estudiar una carrera, mi respuesta es que sí. Y me remito a lo que me dijo Àngels Serrat, técnica de ocupación de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) que trata directamente con los recién titulados en busca de empleo: "El tópico de que una carrera no asegura un puesto de trabajo no funciona aquí. Es cierto que antes se colocaba en menos tiempo un porcentaje superior, pero en la actualidad el 70% de esta universidad encuentra trabajo en menos de tres meses".
La excelencia tiene premio La UPC es un ejemplo diáfano de que la excelencia académica tiene su correlato en una salida laboral envidiable. Muestra también el abismo que separa en este aspecto las carreras de humanidades de las técnicas. Allí, hasta no hace mucho, iban las empresas a fichar a los estudiantes de los últimos cursos. En resumen, de la UPC sales con una titulación envidiable en el mercado laboral, aunque ni allí ni fuera nadie regale nada y el éxito sólo se consiga a través deun esfuerzo continuado.
Por eso, a la hora de elegir las metas, los jóvenes se encuentran, según escribe José Antonio Marina en su obra La inteligencia fracasada,ante tres dilemas: "No sé que hacer. Sé lo que quiero hacer, pero no sé cómo. Sé cómo, pero no me atrevo. Todos tenemos un proyecto inevitable e inevitablemente vago: queremos ser felices. Lo que no sabemos es mediante qué proyectos podemos concretar esa aspiración difusa".
La elección de metas es una de las más delicadas operaciones de la inteligencia. En los estudios más recientes de los psicólogos evolutivos sobre el modo en que los adolescentes eligen su carrera destaca la teoría de Ginzberg, que apunta cómo niños y adolescentes atraviesan tres etapas de selección: la de la fantasía, la de los ensayos y la realista. Esta última señala la madurez, pero, ¿cómo alcanzarla?
Estudiando, por ejemplo. Porque a pesar de las cifras preocupantes, estudiar en España sigue siendo un buen negocio para el que lo hace. Por eso, la conocida como "tasa de retorno" - es decir, los beneficios obtenidos en relación con la inversión educativa- supera con creces el esfuerzo económico realizado para adquirir la formación universitaria.
Sin embargo, apenas llega al 10% aquellos estudiantes que tienen una idea válida y definida sobre el camino que seguir. El resto ha de jugársela en una de las decisiones más importantes de su vida. Y los últimos datos no contribuyen ni a clarificar la respuesta ni a propiciar el esfuerzo.