Cada vez más jóvenes buscan empleos para pagarse sus gastos mientras estudian. Estos trabajos, a menudo dentro de la economía sumergida, les ayudan a madurar y a conocer el mundo laboral, pero algunos sucumben a la tentación de dejar los libros.

Ropa de marca, entradas a conciertos, viajes con los amigos… la paga semanal que conceden muchos padres raramente cubre todos los gastos habituales de un joven estudiante. Por eso, cada vez más se animan a buscar su primer trabajo, generalmente de fin de semana o de verano, mal pagado y poco o nada relacionado con sus estudios. Pero tampoco les importa demasiado. "No buscan buenas condiciones laborales ni estatus –señala la socióloga Pilar Cortés–, sino simplemente no tener que estar obligados a pedir dinero en casa". Y es que, según el informe Juventud en España, el 40% de los jóvenes de entre 15 y 29 años depende exclusivamente del dinero de sus padres, y la cifra se acerca al 70% entre los adolescentes de entre 15 y 19.

La motivación económica es, por tanto, fundamental para iniciarse en el mundo laboral. Según Alta Gestión, el 36% de los jóvenes busca su primer empleo para conseguir dinero para sus gastos. Un 24% comienza a trabajar por necesidad económica de su unidad familiar y un 21% lo hace para adquirir experiencia, pero pocos lo hacen para realizar prácticas relacionadas con sus estudios o con la intención de independizarse. Los salarios que se encuentran tampoco se lo permitirían: entre los jóvenes que tienen ingresos personales la media es de unos 386 euros mensuales entre los adolescentes de 15 a 19 años y unos 535 euros entre los jóvenes de 20 a 24, según datos del Instituto de la Juventud.

"Cada vez nos encontramos con más jóvenes que buscan un trabajo para compaginarlo con los estudios y otras actividades, se trata de una tendencia creciente", explica María Gómez, directora de selección y calidad de Alta Gestión. El fenómeno no distingue entre sexos, aunque las estadísticas demuestran que ellos suelen tener más prisa por empezar a ganar su propio dinero. Así, según datos del Instituto de la Juventud, el 37,8% de los chicos tiene su primera experiencia laboral a los 16 o 17 años, mientras que entre las chicas casi el 40% accede al mundo laboral cuando tiene entre 18 y 20 años.

Según Alta Gestión, muchos jóvenes encuentran su primer empleo a través de un familiar (28%) o un amigo (22%), aunque la mayoría (41%) recurre a los métodos clásicos como los anuncios de prensa y las empresas de trabajo temporal. Estos jóvenes demandan sobre todo "puestos que requieran poca experiencia y cualificación –explica Gómez–, como mozos de almacén, promotoras y degustadoras, encuestadores o teleoperadoras, trabajos que permiten hacer jornadas reducidas y trabajar en fines de semana o incluso días sueltos". Las empresas valoran estos jóvenes e inexpertos candidatos porque "tienen disponibilidad horaria, son muy moldeables, tienen capacidad de aprendizaje y además están muy motivados, porque su objetivo es ganar dinero y si trabajan 15 días los trabajan a tope".

Ana Soria, directora de selección de Adecco en Catalunya, distingue tres tipos de perfiles: "Por un lado está el típico adolescente sin experiencia que quiere trabajar durante el mes de julio para poder pagarse las vacaciones en agosto, y que suele coger trabajos de tipo industrial porque le permiten ganar más dinero en menos tiempo que los de tipo administrativo. También hay universitarios que buscan un primer empleo más cualificado relacionado con su carrera, por ejemplo haciendo sustituciones de verano en la banca. Y, finalmente, está el perfil estrella: el joven que el primer verano busca trabajo de mozo de almacén, que repite a lo largo del año y que al verano siguiente ya demanda un puesto más relacionado con sus estudios".

Andrés Querol, responsable de acción joven de CC.OO. de Catalunya, lamenta que muchas empresas se aprovechan de los estudiantes para basar su estrategia competitiva en los contratos temporales. "La temporalidad no tiene por qué traducirse en precariedad: aunque al joven sólo le interesetrabajar durante los dos meses de verano debe tener la cobertura que le corresponde", subraya. Querol destaca que los estudiantes que buscan un trabajo esporádico suelen recurrir a sectores como el turismo y la hostelería, "donde las tasas de temporalida ya son de por sí muy altas y las condiciones que se ofrecen al joven son aún más precarias que las que ya tiene de por sí el resto de los empleados del sector". Según datos del Observatorio Joven de Empleo en España, uno de cada cuatro contratos que se hacen a jóvenes de entre 16 y 24 años es por obra y servicio. Entre los menores de 19 años son frecuentes también los contratos temporales por circunstancias de producción (17,1%), típicos en las épocas de Navidad y verano, cuando muchos estudiantes aprovechan las vacaciones escolares para sacarse algún dinero con el que ir tirando el resto del año. En estas estadísticas, sin embargo, no aparecen todos los trabajos que suele hacer este colectivo, ya que muchos forman parte de la economía sumergida. Por ejemplo, el mercado de las clases particulares, muchas de ellas impartidas por estudiantes, genera un negocio de 1.800 millones de euros anuales en negro, según Educa-Systems. Otros empleos frecuentes en este colectivo, y que hasta hace poco tampoco estaban regulados, son los de monitores de comedor escolar y esplais.

En la hostelería también se dan muchas situaciones irregulares. "Los estudiantes hacen muchos trabajos cobrando en negro y sin protección de ningún tipo, lo que puede suponer graves problemas si el joven sufre algún accidente laboral. Aún falta mucho control", denuncia Chakir el Homrani, portavoz de Avalot, la rama juvenil de UGT. Anna de los Riscos, secretaria de emancipación del Consell Nacional de la Joventut de Catalunya, cree que muchas empresas "se aprovechan de la ignorancia de muchos jóvenes sobre la legislación laboral para no aplicarles el convenio o las tablas salariales que en realidad les correspondería".

La socióloga Pilar Cortés destaca que estos primeros empleos ayudan a los jóvenes "a saber apreciar el valor de las cosas", además de conocer de primera mano cómo funciona el mundo laboral y "aprender a sacarse las castañas del fuego ellos solos". Pero combinar los estudios con algún trabajo no siempre es posible y el denominado proceso de Bolonia para crear un espacio europeo de educación superior (EEES) aún crea más obstáculos, según las asociaciones de estudiantes. Según Querol, ya antes de este proceso se había iniciado "una tendencia al elitismo en la educación superior y a exigir una dedicación exclusiva por parte de los estudiantes sin que esto fuese acompañado de una mayor dotación en las becas, lo que supone desigualdad de oportunidades para acceder a la universidad en función de la renta familiar".

Querol cree que esta tendencia perjudica, de hecho, a la formación de los estudiantes, "ya que tener en las aulas alumnos que ya han tenido contacto con el mundo laboral beneficia a sus compañeros". Pero esta tendencia no es sólo responsabilidad del sistema educativo, también de las empresas. "Se habla mucho de conciliar la vida familiar y laboral, pero no de conciliar la vida laboral y académica - destaca Anna de los Riscos-, y lo cierto es que las empresas no ayudan demasiado. De hecho, algunas incluso ocultan los derechos del trabajador, como pedir permiso en el trabajo para acudir a un examen".

Soraya Palacios tiene 19 años y sólo puede trabajar durante el verano y algún fin de semana. "La universidad quita muchísimo tiempo - lamenta-, tienes clases por la mañana, prácticas por las tardes, talleres a cualquier hora… prácticamente vives en la facultad". Por eso aprovecha las vacaciones para ganar algún dinero. "En verano salgo de fiesta muchos más días a la semana. Además, me gusta comprarme mis caprichillos, y aunque mis padres me dan una paga y si les pido algo más de dinero suelo acabar convenciéndoles, me pone de mala leche tener que depender de ellos cada vez que quiero algo". El verano pasado hacía de canguro 5 horas al día y sacaba 500 euros al mes. "Además - añade-, te ayuda a madurar: se lo recomiendo a todo el mundo". para sacarse algún dinero con el que ir tirando el resto del año.

En estas estadísticas, sin embargo, no aparecen todos los trabajos que suele hacer este colectivo, ya que muchos forman parte de la economía sumergida. Por ejemplo, el mercado de las clases particulares, muchas de ellas impartidas por estudiantes, genera un negocio de 1.800 millones de euros anuales en negro, según Educa-Systems. Otros empleos frecuentes en este colectivo, y que hasta hace poco tampoco estaban regulados, son los de monitores de comedor escolar y esplais.En la hostelería también se dan muchas situaciones irregulares. "Los estudiantes hacen muchos trabajos cobrando en negro y sin protección de ningún tipo, lo que puede suponer graves problemas si el joven sufre algún accidente laboral. Aún falta mucho control", denuncia Chakir el Homrani, portavoz de Avalot, la rama juvenil de UGT. Anna de los Riscos, secretaria de emancipación del Consell Nacional de la Joventut de Catalunya, cree que muchas empresas "se aprovechan de la ignorancia de muchos jóvenes sobre la legislación laboral para no aplicarles el convenio o las tablas salariales que en realidad les correspondería".

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