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Josep Oliver Alonso, catedrático de Economía Aplicada en la Universitat Autònoma de Barcelona: "Un aspecto positivo del 2014 es el mayor crecimiento en aquellas figuras ocupacionales que más habían sufrido en la crisis. Lo que esconde la rápida progresión del empleo es una clara pérdida de empuje del crecimiento de la productividad por ocupado."

 

La EPA ha confirmado que el mercado de trabajo ha entrado en una nueva fase de crecimiento sostenido, si los vientos exteriores y nuestras propias decisiones, no lo alteran. Pero, hoy por hoy, la realidad muestra una clara recuperación: en el año que finalizó el pasado trimestre, la ocupación aumentó en casi 434.000 personas (un 2,5% anual). En Catalunya, por su parte, y a pesar de que los resultados del último trimestre son negativos, en el año que finalizó el pasado diciembre el avance ha sido de 50.000 personas ocupadas más, una cifra que ha permitido, por vez primera desde el 2007, consolidar un empleo por encima de los tres millones.

Para ubicar este muy importante crecimiento, hay que recordar que desde el cuarto trimestre del 2007 no se había registrado ninguna cifra positiva. Tras Lehman Brothers, se perdieron 670.000 y 1,2 millones de empleos en los dos años que finalizaron en el cuarto trimestre del 2008 y del 2009; a ellos, hay que añadir los 530.000 y los 810.000 perdidos en los dos ejercicios de la segunda recesión (2011 y 2012), y sólo en el 2013 esta destrucción comenzó a moderarse (con 180.000 empleos perdidos). Además, este cambio muestra una marcada aceleración, desde el 1,6% anual del tercer trimestre del 2014 al 2,5% del cuarto.

En términos intertrimestrales (cambio del cuarto trimestre respecto del tercero), la mejora es menos evidente, con sólo 65.000 nuevas personas ocupadas, aunque también se rompe con la tradición de la crisis, que apuntaba a que el empleo que se podía ganar entre abril y septiembre, se perdía entre octubre y marzo. Habrá que esperar a ver cuál es el saldo del semestre octubre del 2014 y marzo del 2015 para tener una visión más precisa de la fortaleza de fondo del mercado de trabajo. Porque, y ello es especialmente importante en el contexto actual, el grueso de esos casi 430.000 nuevos empleos corresponden al impulso del semestre abril-septiembre, cuando se añadieron casi 440.000, que permitieron compensar la pérdida del primer trimestre del 2014 (de casi 200.000).

Otro aspecto positivo del empleo en el último ejercicio ha sido la confirmación de la tendencia que se venía gestando desde el pasado verano: mayor crecimiento en aquellas figuras ocupacionales que más habían sufrido en la crisis. Así, el aumento del 2,5% anual de la ocupación es más intenso en hombres (2,7%) que en mujeres (2,3%), más en asalariados (2,8%) que en trabajadores por cuenta propia (1,4%), más acelerado en el sector privado (2,9%) que en el público (0,6%), con mayor empuje en la jornada a tiempo completo (2,6%) que parcial (2,4%) y más fuerte en la industria (4,2%) y la construcción (4,1%) que en los servicios (2,6%). Además, otras características que habían presentado caídas importantes en los peores momentos de la recesión, bien crece con fuerza, como en los asalariados indefinidos (2,0%), bien comienza a avanzar, como en el empleo inmigrante (0,3%), al tiempo que el de los jóvenes apunta ya a aumentos en los próximos trimestres.

¿Estamos en el mejor de los mundos? Ciertamente, no. Y no sólo porque hay todavía que recuperar 3,1 millones de empleos para situarnos en valores del 2007: al ritmo del 2014, necesitaremos todavía ocho años para superar los 20 millones de entonces. Sino porque lo que esconde esta rápida progresión de la ocupación es una clara pérdida de empuje del crecimiento de la productividad por ocupado: el 1,6% de aumento del PIB y el 2,5% del empleo apuntan a un grave problema, tradicional en España. Esperemos que, en los próximos trimestres, se corrija la relación entre ambas variables. Lo deseable sería un aumento más intenso de la producción, aunque no parece que pueda exceder el 2%, como acaba de apuntar el Fondo Monetario Internacional.

De continuar así el proceso de recuperación del empleo, estaríamos regresando al pasado: fuertes avances de la ocupación de bajo valor añadido por empleo, que no anticipan nada bueno para un país muy fuertemente endeudado con el exterior. Quizás en el 2015 la favorable combinación exterior (precio del petróleo y liquidez de Draghi) nos permita mantener ritmos tan intensos de progresión de la ocupación. Pero no seamos ingenuos. No es ni la primera, ni la segunda ni la tercera vez que esto nos pasa. Y habría que aprender de los errores pasados: somos el único país avanzado que, en los últimos 30 años, ha tenido tasas de paro por encima del 20% en tres ocasiones.

¿Mejora del empleo? Muy intensa, sin duda. ¿Mejora productiva? Menos evidente y con perfiles nada positivos en el horizonte.

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