Nos encontramos en la era del caos, nuevos tiempos en los que se rechaza intensamente la estructura a la que tanta importancia se ha dado hasta el momento. Pero ¿cómo se pueden liderar las organizaciones, los proyectos y los equipos profesionales en este nuevo marco de actuación? Hay diferentes aspectos que son fundamentales a la hora de enfocar adecuadamente los primeros pasos.
"La resiliencia trata de ser capaz de superar lo inesperado. La sostenibilidad tiene que ver
con la supervivencia. El objetivo de la resiliencia es prosperar."
Jamais Cascio
Liderar no es una tarea fácil, y menos en tiempos de inquietante incertidumbre, en los que el entorno BANI (frágil, ansioso, no lineal, incomprensible -conceptos traducidos de sus siglas en inglés-) toma el relevo al VICA (volátil, incierto, complejo y ambiguo). A la mayoría de las organizaciones no les dio tiempo de adaptarse a las características del VICA, a pesar de que fue un concepto aparecido en los años 90, cuando ya irrumpía una nueva descripción del mundo a través del acrónimo BANI, acuñado en 2016. En estos momentos es necesario poner luz en todo aquello oscuro que no nos hemos atrevido a mirar hasta ahora y, por oscuro, me refiero a partes no iluminadas o no conscientes del ejercicio del liderazgo o del funcionamiento de las organizaciones y no tanto a categorizar si esos aspectos entran en la obsoleta clasificación de bueno o malo.
Jamais Cascio, antropólogo, futurista y creador de la terminología y del acrónimo BANI define esta nueva perspectiva como “Un marco para articular las situaciones cada vez más comunes en las que la simple volatilidad o complejidad son lentes insuficientes para comprender lo que está ocurriendo. Situaciones en las que las condiciones no son simplemente inestables, son caóticas. En los que los resultados no son simplemente difíciles de prever, son completamente impredecibles.”
Estamos ante una nueva era en la que se rechaza intensamente la estructura a la que tanta importancia se le ha dado hasta este momento. Es la era del caos. Es como pasar de un estado líquido a uno gaseoso, mucho más intangible, disperso y desconocido.
Me pregunto cómo liderar organizaciones, proyectos, equipos profesionales en este nuevo marco de actuación. Revisando las experiencias de estos últimos años, acompañando organizaciones en sus procesos de transformación, observo que hay diferentes aspectos que son críticos a la hora de enfocar adecuadamente los primeros pasos, que precisamente son los que marcan la dirección de hacia dónde se quiere ir.
Uno de ellos es el propósito, encarna todo lo que representa la organización desde un punto de vista histórico, emocional, social y práctico, altamente útil cuando se trabaja con una mirada sistémica. Un propósito bien definido y real ayuda a atraer y a fidelizar a las personas para que permanezcan ahí y prosperen. Se vincula con la creación de valor de maneras tangibles, ayuda a navegar por el caos, inspira el compromiso, aporta consciencia e, incluso, revela un potencial sin explotar. Según una encuesta de Mckinsey, las personas conectadas con el propósito organizativo aportan mayores niveles de participación. Así que no es sólo un elemento publicable en la web y en los documentos de cultura y marca, sino un verdadero aspecto para potenciar comportamientos tangibles de alto rendimiento que resignifica las prioridades de la organización y de las personas.
El siguiente, consiste en tratar el talento como un bien más escaso que el capital. Algunos puestos de trabajo están siendo remplazados por la inteligencia artificial, mientras que se están creando nuevas necesidades para las que no existen aún los estudios para capacitar para esos nuevos puestos. Por esta razón es indispensable conocer qué talento se necesita, cómo puede atraerse y cómo desarrollarlo para que realmente la organización pueda servir a su propósito con responsabilidad. En este mundo de máquinas inteligentes, una de las pocas opciones es sacar partido a las características distintivas del ser humano y una de ellas es precisamente la curiosidad que alimenta la mente creativa y predispone a las personas a desarrollar la learnability para mantenerse atractivas durante todo su ciclo de vida profesional y reducir las brechas de habilidades que se dan en este nuevo entorno.
Otro de los imprescindibles: aprender a navegar por un paisaje emocional provocado por la pérdida de interacciones, de comportamientos anteriores, de fuentes de identidad. Muchas personas anhelan cómo eran sus vidas y no están seguras de qué hacer con sus vidas ahora. Cómo crear seguridad psicológica en los nuevos entornos de trabajo es un reto para el liderazgo, que cada vez desarrolla formas más femeninas como la escucha, el trabajo de las expectativas, apoyo para el desarrollo de la resiliencia, la mentoría y el empoderamiento. La salud mental y emocional surgen como prioridades en este caos. Esto requiere que las personas con rol de liderazgo se involucren, se pongan al servicio, entrenen y orienten, guíen e inspiren, y eso se consigue a través de interacciones frecuentes y tejiendo relaciones de interdependencia. ¡Difícil para estilos autocráticos y controladores!
Finalmente, aunque no menos importante, adoptar una visión de ecosistema, dejando atrás viejas y obsoletas formas de funcionamiento como ego-sistema, ayuda a trascender los entendimientos tradicionales de qué es una organización, cuáles son sus límites y cómo estructurarla. Cada vez más, se aporta mayor valor y se consigue anti-fragilidad a través de redes colaborativas donde los diferentes stakeholders comparten datos, habilidades y buenas prácticas. Si tenemos en cuenta las formas de organización más eficientes para el buen funcionamiento de estos ecosistemas, la apuesta está en estructuras radicalmente aplanadas, huyendo de pirámides jerárquicas tradicionales y caminado hacia equipos emergentes, más rápidos y ágiles. Y repensar la estructura significa repensar los equipos con criterios de flexibilidad y resiliencia, entendida ésta como la eficiencia a largo plazo, tal y como expresó Alfons Cornella en su Radical#8.
Estas son las cosas del querer, a veces contradictorias, en ocasiones desafiantes, que nos provocan una honda y comprensible sensación de vacilación en el ejercicio del liderazgo consciente. Así que es momento de mirar con ojos críticos esas partes oscuras y no vistas, cuestionar las inercias propias de lo tradicional o del “porque siempre se ha hecho así” que ya no pueden sostener ni un minuto más esa resistencia absurda a rendirse a lo evidente. Si las personas que ejercen rol de liderazgo en las organizaciones no son precursoras e impulsoras del cambio y la transformación, no trascienden la vulnerabilidad y el profundo abismo que se experimenta en momentos de caos, corremos el grave riesgo de que el futuro nos engulla, extinguiendo la sociedad como la entendemos ahora. Podemos hacerlo diferente, atravesando este mundo BANI con resiliencia, empatía, enfoque, flexibilidad, transparencia e intuición, porque el precursor del orden es precisamente el caos. ¡A por todas!