¿El principio del fin del usar y tirar y de la obsolescencia programada? La gran industria ya empieza a fabricar los primeros artículos diseñados para durar decenios: Philips y General Electric han presentado modelos de bombillas que duran más de 20 años. Según Cosima Dannoritzer, directora del documental Comprar, tirar, comprar, los consumidores empiezan a buscar alternativas sostenibles.

Los grandes fabricantes de bombillas han dado su primer paso hacia la producción de lámparas que duran decenios. ¿Ha llegado el momento de los artículos duraderos?, ¿es una rectificación o una autocrítica del propio sistema económico, que ha pivotado muchas veces sobre la estrategia de la obsolescencia planificada para diseñar sus productos?

Con un mes de diferencia, dos grandes multinacionales han presentado modelos de bombillas de larga duración y gran eficiencia. En abril, la holandesa Philips anunció la salida al mercado, primero en EE.UU., de una bombilla de tecnología led – light emiting diode, diodo emisor de luz– con una vida de unos veinte años.

Pocas semanas después, General Electric acaba de lanzar otra bombilla que, con 27 vatios, reemplaza en prestaciones a la bombilla incandescente de 100 vatios con menor consumo y una vida estimada de 22,8 años. Antes que ellas, otras compañías pequeñas habían lanzado bombillas de larga duración. Es el caso de la holandesa Lemnis Lighting, o de la catalana Oep Electrics, que las comercializan por internet.

Que las bombillas pueden durar mucho más se puede ver en el parque de bomberos de Livermore (California), donde una bombilla lleva 111 años encendida.

“Yo no tengo la sensación de que se estén fabricando más productos duraderos, y la prueba es que cada vez hay más artículos en el mercado que vienen de China, y este no es un país que se caracterice por fabricar productos para que duren, sino que se fabrican bajo pedido. Sí puede haber, eso sí, algunas excepciones”, dice Jordi Miralles, director de la fundación Terra.

Jorge Riechmann, profesor de Filosofía Moral de la Universidad Autónoma de Madrid, cree también que la industria seguirá echando mano a la estrategia de la obsolescencia planificada e incentivando la sustitución de los productos o los equipos, con argumentos de ventajas “reales o imaginarias”. “No es fácil cambiar la tendencia a fabricar productos de corta vida, porque ya se ha hecho consustancial al sistema”, agrega Richmann.

El filósofo explica que la obsolescencia planificada echa su raíces en un momento clave de la evolución del capitalismo, hacia 1930 (un poco antes en EE.UU.), con la irrupción del capitalismo fordista (por el industrial del automóvil Henry Ford) keynnesiano, cuando los trabajadores de las empresas pasan a ser vistos como consumidores. “El sistema se cimenta sobre la necesidad de generar beneficios y en la sobreproducción, y el nuevo capitalismo añade mecanismos de generación de demanda que empujan a más sobreconsumo. En este sentido, la obsolescencia programada cumple un gran papel”, indica.

Riechmann cree, sin embargo, que “producir enormes cantidades de bienes de mala calidad para ser sustituidos no tiene porvenir” porque choca con los límite biofísicos del planeta.

El diseño de productos duraderos puede quedar reservado preferentemente para aquellos artículos que no cambian, que no están sujetos a las modas o vaivenes estéticos, o que se heredan de padres a hijos (Ninco, Scalextric...), explica Pere Fullana Palmer, director de la cátedra Unesco del Ciclo de Vida y Cambio Climático (ESCI-UPF)

En cambio, la sustitución y la renovación será una constante para los productos vinculados a la informática o que llevan aparejados avances tecnológicos, añade este experto. “No tiene mucho sentido que un ordenador dure quince años porque sabemos que cada cinco años los procesadores y los componentes de los aparatos eléctricos y electrónicos quedan obsoletos, lo que obliga a los fabricantes a ofrecer nuevos productos si la empresa quiere ser competitiva”, dice Fullana.

“En las áreas en las que la tecnología avanza poco, nos interesa que el producto dure mucho; mientras que en aquellas en las que la tecnología avanza muy rápido la sustitución a partir de un determinado momento puede ser una solución ambientalmente más correcta”, observa Fullana.

Fullana cree, sin embargo, que hay ejemplos claros de obsolescencia programada. Los ha visto en juguetes fabricados fuera de España con fusibles escondidos. Sin embargo, puede ser una estrategia necesaria para favorecer el mantenimiento en las industrias.

“Cuando en una instalación industrial o en un producto complejo de larga duración hay varios componentes, se puede programar que sus vidas útiles acaben simultáneamente, lo que facilita las tareas de mantenimiento y evita las paradas sucesivas cuando falla cada pieza”, dice.

Otros expertos subrayan que el deseo de durabilidad choca frontalmente con la necesidad de eficiencia energética, sobre todo en los electrodomésticos modernos así como en los pequeños aparatos eléctricos y electrónicos. “¿Qué ordenador puede ser diseñado pensando en la eficiencia energética que se requerirá para estos aparatos dentro de veinte años?”, se pregunta de manera retórica pero provocativa José Enrique Vázquez, presidente del Grup de Gestors Energètics.

Vázquez opina que las marcas que pretenden destacar la durabilidad del producto hacen oportunismo con “un uso de un marketing verde” insistiendo en que “lo duradero es mejor”, cuando, en su opinión, la evolución histórica del diseño de vehículos, la iluminación, electrodomésticos o equipos tecnológicos impone cambios continuos que demuestran que dicho “mensaje es falso”.

“La nevera de hace veinte años era mucho menos eficiente. Pensemos en la eficiencia energética de una lavadora o de un lavavajillas de hace veinte años y en la eficiencia energética que tienen en la actualidad. Hace veinticinco años tenía un Seat 850 que consumía 9 litros de gasolina por kilómetro, mientras que mi nuevo coche consume tres litros”, agrega para argumentar que la eficiencia energética justifica la existencia de nuevos productos.

El presidente del Grup de Gestors Energètics acepta, en todo caso, la idea de “fabricar bombillas que puedan durar cinco años”, o productos “más duraderos pero con un periodo de validez razonable, pues de otro modo caeríamos en una aberración”.

Vázquez rechaza la idea de que hay productos diseñados para morir, y cree que la aparición de nuevos artículos responde a nuevas necesidades. “Incluso queremos ver vídeos por teléfono”. Como ejemplo de su tesis argumenta que “la bombilla del techo de mi habitación no la he cambiado desde que la puse hace veinticinco años”, aunque luego acaba reconociendo que la usa poco. “Y el viejo teléfono Nokia, que tiene seis años, me sigue sirviendo, pues lo aprovecho con el manos libres del coche”. Para otros un producto de sólo seis años no debería ser “viejo”.

Los expertos consultados estiman que, en cualquier caso, se tendría que valorar cada vez más el ciclo de vida del producto, como manera de sopesar todos sus costes ambientales y energéticos durante su fabricación y a lo largo de su uso, para intentar que, al acabar su periodo de vida útil, se intente su reutilización.



Tecnología led en las bombillas del futuro

En un mes, multinacionales como Philips y General Electric han presentado modelos de bombillas de LED, como ya han hecho antes otras empresas pequeñas. En este caso, la legislación ha impulsado la innovación. En Europa no se venderán bombillas de filamento a partir de septiembre. En Estados Unidos, la prohibición llegará el 2014.


Pros y contras

+ Los productos duraderos reducen el volumen de recursos, materiales y energía para fabricarlos

+ Dan lugar a una menor producción de residuos

+ Evitan tanto recambios como sustituciones

- Pero los artículos más viejos no incorporan avances tecnológicos

- Su uso es menos eficiente energéticamente

- Las versiones de algunos productos son una mera estrategia de venta


Dos reflexiones sobre consumo y durabilidad

Federico Demaria, investigador sobre economía de la UAB: “No podemos pensar en la obsolescencia planificada como una teoría conspirativa en la que los productores nos engañan. Hemos de pensar en la publicidad, que te hace ver algo nuevo para que lo tuyo parezca viejo. Todos somos corresponsables”

François Schneider, economista ecológico: “La innovación está al servicio de un deseo de forzar los límites del crecimiento del consumo, lo cual origina un efecto rebote. Satisfechos por haber reducido nuestro consumo con bombillas de bajo consumo, nos regalamos un extra con una viaje a las Antillas, lo que supone un gasto superior a lo ahorrado”

 


“Los grandes han visto que los consumidores han cambiado”

Entrevista a Cosima Dannoritzer, directora del documental Comprar, tirar, comprar: "Es interesante que [las grandes compañías] se apunten cuando han visto que los consumidores están dispuestos a cambiar. Cuando salió esta bombilla [de larga duración] (y otras parecidas) en Estados Unidos, los grandes fabricantes todavía luchaban contra la prohibición de la bombilla incandescente."

La bombilla de Livermore es todo lo contrario a la obsolescencia programada que denuncia el documental de Cosima Dannoritzer Comprar, tirar, comprar, producido por Media 3.14 (Mediapro) y financiado por TVE. Esta producción, que ha cosechado algunos de los grandes galardones mundiales del género, relata como en 1924 se creó un cartel de grandes productores de bombillas con el objetivo de reducir su vida útil de 2.500 a 1.000 horas.

¿Cree que revive una cierta cultura de lo perdurable?

Sí. No es la mayoría de los fabricantes, claro, pero está creciendo un poco. Se está acabando la bombilla incandescente y ahora sabemos que la de bajo consumo es muy tóxica y tiene problemas ambientales. La gente ha puesto su visión en alternativas. Además, si haces un cálculo de los costes, tiene sentido hacer cosas que duran más.

Aun así, seguimos pendientes de productos de moda.

La electrónica es un poco especial, pero estamos llegando a un punto en que hemos de reemplazarlo todo más rápido y la gente está empezando a cansarse, así que mucha e intenta hacer otras cosas; y con la crisis también hay inspiración: por ejemplo, hay gente que se vuelca con la economía nacional.

¿Qué motiva esos cambios?

Al principio, ahorrar energía. Es del caso de la bombilla de bajo consumo. Ahora esto se está ampliando un poco. Con los coches nos dicen que si los cambiamos, gastan menos. Es verdad, pero aunque un modelo nuevo gasta menos, a veces no compensa la energía, los residuos y la inversión necesarios.

Ante esto, ¿qué hacemos?

Es muy complejo y hay que pensar mucho para tomar las decisiones. Si la idea es hacer un móvil fácil de reciclar, puedes tirarlo cuando quieras. El problema es que cuando lo tiramos lo ponemos dentro de una gran montaña de basura.

Su documental ha despertado conciencias.

Igual hemos hecho una pequeña contribución. Cuando la gente ve el gran vertedero de Ghana lleno de aparatos electrónicos, a alguno se le han abierto los ojos. Cuando ves a los niños trabajando, con mucho humo, entre modelos electrónicos que conocemos, se entiende mejor lo que significa tirar algo.

¿Qué le parece que las grandes compañías hagan ahora bombillas de larga duración?

Es interesante que se apunten cuando han visto que los consumidores están dispuestos a cambiar. Cuando salió esta bombilla (y otras parecidas) en Estados Unidos, los grandes fabricantes todavía luchaban contra la prohibición de la bombilla incandescente, es decir, querían mantener el modelo de 1.000 horas a toda costa.

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