Carme Romero recibió un día una curiosa llamada. Era la maestra de P-3: «Es que les he preguntado a los niños en qué trabajan sus padres y su hijo me ha dicho: ‘Mi papá es policía... y mi mamá es bombera’». Y algo sorprendida se volvió a quedar la docente cuando Carme le confirmó que el niño no se lo había inventado, que era verdad, que su marido era policía... y que ella era bombera en el parque de Cambrils (Baix Camp).

Vistas las cifras, las dudas de la maestra no eran nada descabelladas. Solo 27 de los 2.429 miembros de los bomberos de la Generalitat son mujeres. Es decir, solo el 1,11%. Un porcentaje que el Departament d’Interior quiere incrementar en un 30% a través de campañas como la que presentó ayer. La conselleria distribuirá en centros educativos, bibliotecas y entidades excursionistas un vídeo sobre la experiencia de tres bomberas con el que pretende «despertar vocaciones» entre las jóvenes.

Carme Romero es una de las tres protagonistas del documental. «Yo nunca me había planteado ser bombera [...], pero cuando lo probé me encantó», comenta al inicio del audiovisual, que desprende entusiasmo por la profesión a lo largo de ocho minutos. Tanto ella como sus compañeras de reparto, Núria Picas y Emma Roca, repiten en varias ocasiones lo gratificante que es «ayudar a los demás», y sus discursos sirven también para desmontar tópicos y prejuicios. «La gente se piensa que las chicas que entran [en el cuerpo de bomberos] no suelen ser muy femeninas. Eso no es verdad», afirma Emma en el vídeo.

Conducir el camión

«Emma tiene razón», le secundó ayer Carme, quien además desmintió que las bomberas hagan trabajos distintos a los de sus compañeros: «Si tengo que ir de punta de lanza en un incendio, lo hago. Si tengo que conducir el camión, lo conduzco. Si hay que ir a trabajar en un accidente de tráfico, voy... Mis compañeros saben que soy una más. No hay bromas por ser mujer».

«La condición física es importante, pero no lo es todo», prosiguió Carme. Desde que entró en el cuerpo, en el año 2000, se había ido dando cuenta de que «para salvar una vida no es necesaria la fuerza», y lo acabó de constatar el pasado diciembre, cuando su hijo Víctor se cayó en una piscina y a punto estuvo de ahogarse. Carme agradeció, entonces más que nunca, los conocimientos que le aporta su profesión. Sacó del agua al niño, que estaba inconsciente, y durante media hora fue turnándose en los ejercicios de reanimación con su marido, Santi, un policía de Reus a quien conoció en la Cruz Roja. Víctor, de 3 años, fue trasladado a un hospital y se recuperó totalmente.

A niveles mucho menos trascendentales, los trabajos de Carme y Santi no han afectado a su conciliación laboral y familiar. «Yo tengo guardias de 24 horas y días de libranza, y mi marido hay semanas que trabaja todos los días y otras que tiene fiesta. Intentamos cuadrar el calendario. Si no, tenemos a los abuelos para quedarse con los niños», admite Carme.

Por supuesto, su ocupación no le impide en nada desarrollar su faceta de madre. Es incluso la presidenta de la asociación de padres del colegio de sus hijos. «Me piden que demos charlas a los chavales, que los llevemos al parque...». Los niños ven «tan normal» que una mujer desempeñe ese trabajo que han pintado un mural en la escuela sobre los equipos de extinción «en el que solo hay bomberas».

«Si una mujer se lo propone, puede ser una buena agente. Pero le tiene que gustar», matiza.

Su hija Clàudia, de 7 años, parece que por ahora no está muy por la labor. «Prefiere ser cantante». Y eso que Carme le escribió un cuento, titulado La Clàudia y el seu casc de bomber, en el que una princesa logra vencer las reticencias iniciales de sus padres y, tras colaborar en la extinción de un fuego, logra que la nombren bombera.