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Artículo de opinión: Por qué la orientación laboral no resulta fiable

Lucy Kellaway, Financial Times: "Ni siquiera los mejores test del mundo servirían, ya que no existe ninguna fórmula para meter a cada gallina en su gallinero. La búsqueda del trabajo adecuado es tan subjetiva como la búsqueda de la pareja apropiada."

Cuando tenía 16 años, una orientadora laboral vino a mi instituto. Me hizo varias pruebas y me recomendó que evitara cualquier trabajo que implicase palabras. Me iría mejor, me explicó, si hacía algo técnico; sin embargo, si me apetecía estudiar una carrera de letras, podía prepararme para ser bibliotecaria.

La idea no me atraía –menos aún siendo mi padre bibliotecario– y así, con el desdén que cabe esperar en una estudiante de 16 años, me despedí de ella y descarté los patéticos Enlaces y sus aún más patéticas recomendaciones. ¡Vaya plasta!, pensé.

Alain de Botton vivió recientemente una experiencia similar y alcanzó una conclusión similar. Cuando recopilaba información para su nuevo libro, The Pleasures and Sorrows of Work (los placeres y disgustos del trabajo), el populista filósofo acudió a un orientador laboral para que le ofreciera asesoramiento, y éste le explicó que se adecuaba a la mayoría de los cargos directivos de rango medio.

De Botton también consideraba que esta situación era bastante patética. De hecho, no sólo desdeñaba tanto al orientador –cuyo despacho parece ser que olía a repollo– como las recomendaciones, sino que ha condenado al conjunto de la industria a raíz de la experiencia. Expone que, dado que nos pasamos la mayor parte de nuestra vida trabajando, resulta extraordinario que un esfuerzo tan pequeño garantice que cada gallina vaya a su gallinero.

Ahora que ya no tengo 16 años, veo la situación de forma más filosófica que este filósofo. Los orientadores no son culpables de que su consejo se aleje casi siempre varios kilómetros de la realidad. La misma idea de la orientación laboral carece de utilidad. Ni siquiera los mejores Enlace del mundo servirían, ya que no existe ninguna fórmula para meter a cada gallina en su gallinero. La búsqueda del trabajo adecuado es tan subjetiva como la búsqueda de la pareja apropiada. Que nuestro trabajo sea o no de nuestra conveniencia no depende tanto de nuestras aptitudes –la mayoría de la gente con un nivel educativo razonable puede cubrir la mayor parte de los trabajos administrativos– como de si encajamos en él, algo que no podemos saber hasta que lo intentamos.

La orientación laboral no sólo resulta inútil a la hora de decirnos cuál es la carrera adecuada, sino que ni siquiera sirve para decirnos cuál no se adapta a nosotros. Mi orientadora me animaba a evitar las palabras sobre la base perfectamente comprensible de que mi velocidad de lectura era de una lentitud irritante y mi ortografía terrible, y a que confundía "vaya" con "valla". Sin embargo, el hecho de no destacar en algo no implica que no se deba estudiar una carrera con ese algo como base. Basta con querer conseguirlo lo bastante.

De Botton expone que, en ausencia de un mejor consejo, la mayoría de los adultos acaba en empleos que ha escogido su yo de 16 años. Esto no tiene sentido. La mayoría de las personas a las que no les gusta su trabajo no permanece en él de por vida –intenta otra cosa–. El proceso se parece a las citas. Sales con alguien y, si no funciona, lo olvidas y sigues adelante.

En cualquier caso, creo que los jóvenes de 16 años pueden juzgar bastante bien qué es lo que mejor se adapta a ellos. De vez en cuando, asisto a charlas laborales nocturnas en las escuelas de mis hijos y hablo con adolescentes sobre el periodismo. La primera vez que lo hice, me horroricé ante lo cortos de entendederas que parecían los alumnos. Les pregunté por qué querían ser periodistas y se encogieron de hombros y respondieron que les gustaba la idea. Pero, entonces, me di cuenta de que, como no tienen idea alguna de cómo es la vida laboral, basan sus elecciones en la gente que conocen que desempeña ese trabajo y en comprobar si pueden imaginarse a sí mismos en el lugar de esa persona. Creo que este es el mejor Enlace que existe. Lo que me hizo decantarme finalmente por el periodismo no fue que quisiera escribir, sino que algunos de mis amigos eran periodistas y quería ser como ellos.

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LucyKellawayFinancial Times , (Expansión)

LucyKellawayFinancial Times , (Expansión)

Lucy Kellaway, Financial Times: "Ni siquiera los mejores test del mundo servirían, ya que no existe ninguna fórmula para meter a cada gallina en su gallinero. La búsqueda del trabajo adecuado es tan subjetiva como la búsqueda de la pareja apropiada."

Cuando tenía 16 años, una orientadora laboral vino a mi instituto. Me hizo varias pruebas y me recomendó que evitara cualquier trabajo que implicase palabras. Me iría mejor, me explicó, si hacía algo técnico; sin embargo, si me apetecía estudiar una carrera de letras, podía prepararme para ser bibliotecaria.

La idea no me atraía –menos aún siendo mi padre bibliotecario– y así, con el desdén que cabe esperar en una estudiante de 16 años, me despedí de ella y descarté los patéticos Enlaces y sus aún más patéticas recomendaciones. ¡Vaya plasta!, pensé.

Alain de Botton vivió recientemente una experiencia similar y alcanzó una conclusión similar. Cuando recopilaba información para su nuevo libro, The Pleasures and Sorrows of Work (los placeres y disgustos del trabajo), el populista filósofo acudió a un orientador laboral para que le ofreciera asesoramiento, y éste le explicó que se adecuaba a la mayoría de los cargos directivos de rango medio.

De Botton también consideraba que esta situación era bastante patética. De hecho, no sólo desdeñaba tanto al orientador –cuyo despacho parece ser que olía a repollo– como las recomendaciones, sino que ha condenado al conjunto de la industria a raíz de la experiencia. Expone que, dado que nos pasamos la mayor parte de nuestra vida trabajando, resulta extraordinario que un esfuerzo tan pequeño garantice que cada gallina vaya a su gallinero.

Ahora que ya no tengo 16 años, veo la situación de forma más filosófica que este filósofo. Los orientadores no son culpables de que su consejo se aleje casi siempre varios kilómetros de la realidad. La misma idea de la orientación laboral carece de utilidad. Ni siquiera los mejores Enlace del mundo servirían, ya que no existe ninguna fórmula para meter a cada gallina en su gallinero. La búsqueda del trabajo adecuado es tan subjetiva como la búsqueda de la pareja apropiada. Que nuestro trabajo sea o no de nuestra conveniencia no depende tanto de nuestras aptitudes –la mayoría de la gente con un nivel educativo razonable puede cubrir la mayor parte de los trabajos administrativos– como de si encajamos en él, algo que no podemos saber hasta que lo intentamos.

La orientación laboral no sólo resulta inútil a la hora de decirnos cuál es la carrera adecuada, sino que ni siquiera sirve para decirnos cuál no se adapta a nosotros. Mi orientadora me animaba a evitar las palabras sobre la base perfectamente comprensible de que mi velocidad de lectura era de una lentitud irritante y mi ortografía terrible, y a que confundía "vaya" con "valla". Sin embargo, el hecho de no destacar en algo no implica que no se deba estudiar una carrera con ese algo como base. Basta con querer conseguirlo lo bastante.

De Botton expone que, en ausencia de un mejor consejo, la mayoría de los adultos acaba en empleos que ha escogido su yo de 16 años. Esto no tiene sentido. La mayoría de las personas a las que no les gusta su trabajo no permanece en él de por vida –intenta otra cosa–. El proceso se parece a las citas. Sales con alguien y, si no funciona, lo olvidas y sigues adelante.

En cualquier caso, creo que los jóvenes de 16 años pueden juzgar bastante bien qué es lo que mejor se adapta a ellos. De vez en cuando, asisto a charlas laborales nocturnas en las escuelas de mis hijos y hablo con adolescentes sobre el periodismo. La primera vez que lo hice, me horroricé ante lo cortos de entendederas que parecían los alumnos. Les pregunté por qué querían ser periodistas y se encogieron de hombros y respondieron que les gustaba la idea. Pero, entonces, me di cuenta de que, como no tienen idea alguna de cómo es la vida laboral, basan sus elecciones en la gente que conocen que desempeña ese trabajo y en comprobar si pueden imaginarse a sí mismos en el lugar de esa persona. Creo que este es el mejor Enlace que existe. Lo que me hizo decantarme finalmente por el periodismo no fue que quisiera escribir, sino que algunos de mis amigos eran periodistas y quería ser como ellos.

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